El efecto sorpresa, por Jordi Puntí


Los partidos de fútbol de gama alta, como el 4-1 infligido al Bayern, nos dejan escenas para que podamos seguir disfrutando de la euforia tras el pitido final. Una de esas imágenes es la del fanfarrón y belicoso Thomas Müller en el banquillo, tras ser sustituido. Su gesto torcido, entre la rabia y el desespero, tal como mostraron las cámaras, resume bien el tránsito que ha vivido el Barça en los meses que van de Xavi a Flick. Müller representa el pasado humillante de ese 8-2 de la Champions pandémica que anunció el fin de toda una época, pero ahora también refleja la perplejidad de verse superado por un equipo nuevo, joven, descarado. 

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