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Faltaba media hora para que empezara el partido y había una grada completamente vacía. Estaban todas las demás, arriba y abajo, a izquierda y derecha salpicadas de gente, en diferentes proporciones. Silenciosas aún, pero vivas. Debajo del pebetero, sin embargo, era visible una franja de asientos separada por dos vallas en las que no había nadie y no iba a haber nadie.
Empezó el partido y continuaba vacía. Y, por supuesto, muda, en un absoluto contraste con el resto del estadio. Los 572 usuarios del Espai d’Animació dejaron sus butacas blancas sin ocupar. No era el mismo caso que el duelo frente al Bayern, cuando entraron al estadio a los cinco minutos de partido para protestar por una multa que los Mossos d’Esquadra habían impuesto a dos aficionados por proferir insultos en el Barça-Sevilla. En aquella ocasión les costó la pena de no ver el primer gol de Raphinha antes de que se cumpliera el minuto uno.
Esta vez se perdieron el gol de Robert Lewandowski, que llegó algo más tarde (m. 9) pero era más significativo: se trataba del número cien del delantero polaco en la Champions, los últimos 14 con el Barça.
Tres mil del Brest
No iban a ver ninguno ante el Brest, cuya afición ocupó el anillo superior del Gol Sud, el opuesto. Alrededor de tres mil personas viajaron desde Francia –no consta la existencia de ningún colectivo de fans bretones en Barcelona– y pusieron los decibelios, los ánimos y los cánticos desde el inicio. Sólo callaron tras el impacto del 1-0. Desde algunos sectores de la hinchada azulgrana surgían iniciativas de cánticos, deslabazadas, individuales, nada orquestadas. Aisladas, voluntariosas, sin continuidad y sin la persistencia para extender el efecto del contagio al resto del estadio.
Lleno (46.317 personas), excepto por una llamativa zona blanca. Era la grada del Espai d’Animació, la más bulliciosa y alegre, la más cantarina y la más entusiasta, y la más problemática a ojos de la directiva. Y no solo porque de allí brote el cántico «Barça, sí, Laporta, no», sino porque la entidad la considera, en su globalidad, la responsable de las multas que la UEFA ha impuesto al Barça.
Reclamación de pago
El club ha reclamado el pago de los 21.000 euros acumulados de sanción a las cuatro peñas que constituyen la Grada d’Animació (Almogàvers, Front 532, Nostra Ensenya y Supporters Barça).
«El incumplimiento por parte de los grupos que la forman de las obligaciones que tienen asumidas con el club», rezaba la nota emitida ayer, motivó el cierre de la grada para los aficionados que la suelen ocupar y que están identificados por los filtros que debieron pasar para acceder al espacio de animación.
El club vendió entradas de la zona contigua a la inhabilitada. A 163 euros cada una, según los precios de la web. Una mitad perpendicular estaba totalmente vacía y la otra estaba ocupada por varias personas. Sin banderas, sin tambores, sin espíritu animador.
«A partir de hoy queda inhabilitado el Espai D’Animació (EDA) en el Estadi Olímpic», anunciaba la entidad, por entender que los grupos no habían atendido al requerimiento de hacerse cargo de las multas, producto de los «14 expedientes disciplinarios por comportamientos contrarios a la normativa en vigor» que se han incoado contra el Barça.
La entidad alegaba que había dado «tres plazos diferentes para el cumplimiento de sus obligaciones y el último expiraba en la medianoche de ayer [la del lunes al martes] sin ningún resultado». Por esa razón cerraba «sine die el Espai d’Animació». Hasta que paguen.
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