Como ustedes pueden imaginar, no voy a utilizar este privilegiado espacio para repetir chorradas como la de que en un clásico puede pasar de todo o para ilustrarles con ejemplos de que un Madrid-Barça siempre ha sido algo tan especial, que la forma en que llegue uno u otro resulta irrelevante. No, voy a explicar dónde estamos, qué ve y siente un culé frente al partido del sábado, este sábado, más allá de lo que diga la historia o cualquier topicazo insoportable.
El Real Madrid, creado a base de talonario, sin un solo español que seleccionar ni desgastar con su selección y con un juego anodino y soporífero incluso para los más enfermos seguidores de este deporte, entre los que me cuento, va deambulando por los campos de España, agarrado, bajo la mirada de pánico de sus seguidores, o al talento de un dispensador gota a gota de alguno de sus millonarios fichajes o al televisivo sonido que de manera regular se puede oír siguiendo las transmisiones de Carlos Martínez cuando, entre anonadado y desternillado, grita eso de… «penalty a favor de Real Madrid!».
Una tragicomedia
Y todo lo que les cuento, aderezado con un modelo de juego que ni es modelo ni es juego: que si ahora tres centrales, que si ahora defensa de cuatro, que si mediocampistas y volantes que parecen ciborgs creados para currar y suplir la pasividad de atacantes más pendientes de la grada que de la pelota… Una tragicomedia oigan, o, para algún madridista, más bien una terrorífica novela de Stephen King.
Por otro lado, un Barça creado a base de orden, disciplina y fe, fe absoluta en una forma de entender el futbol como un ejercicio de generosidad, de esfuerzo y de complicidad que convierte el sistema en un ‘huracán Milton’ que lejos de perder intensidad al tocar tierra ajena, se activa como un fenómeno de destrucción, imparable y perfecto.
Y al Bernabéu que nos vamos, y sí, jugamos mucho mejor y me siento favorito. ¿Y qué? Tanto, que utilizaremos al Bayern de entretenido telonero a la espera del gran concierto. ¿Lo han notado? Sí. Creo y confío ciegamente en estos chavales. ¡A bailar!