«Sentía impotencia. Cuando iba al fisio veía a mis compañeros haciendo series y sentía envidia. No podía hacer lo que llevo haciendo toda la vida. Fueron muchos meses. No los conté para no comerme la cabeza, pero fue mucho tiempo parado«, arranca Aaron Las Heras (Barcelona, 2000) mientras busca un espacio para la medalla de oro por equipos en el campeonato de Europa de cross. La consiguió hace dos semanas en Turquía. La mitad del equipo español, primero con mucho margen sobre Bélgica y Reino Unido, era catalana: Abdessamad Oukhelfen, octavo, Adel Mechaal, décimo, y el propio Las Heras, decimocuarto. España, plata en 2021 y bronce en 2022, no ganaba el oro desde 2015.
Para el atleta de Barcelona el Europeo era una utopía en verano, porque no pudo empezar a entrenar hasta principios de otoño. Las lesiones han sido siempre un compañero de camino demasiado fiel. «Yo ya no contaba con este campeonato. Si en septiembre alguien me hubiera dicho que quedaría el 14 de Europa no me lo habría creído», asiente. Ahora vive en León. La penúltima cruz en un mapamundi que empezó a dibujar un día con 7 años, en una carrera del barrio: «Estaba un poco gordito y nadie daba nada por mí, pero quedé tercero». Algunas heridas cicatrizan, pero no desaparecen.
Carrera en Estados Unidos
«Ahora ha llegado el frío, pero en León se está muy bien. Buscaba una cosa más tranquila«, asegura. En verano regresó de Estados Unidos con la carrera de Biología, seis años después de emigrar. No ha sido fácil: «Estás solo. Puedes llamar a casa por teléfono, pero no es lo mismo que hablar en persona o tener un abrazo. Tienes que crecer y madurar solo». «Los resultados dicen que sí, pero no fueron unos buenos años. A veces cuando ves un oro dices ‘este chaval va de puta madre.’ Y no«, mastica. Fue oro en el Europeo sub20 de 2019 y plata en el Europeo sub23 de 2021 en pista. Compagina tartán y barro, como tantos. En cross ya ha sido mundialista: 17º este 2024. El siguiente reto es serlo en pista. Y los Juegos, claro.
«Cuando pierdo la confianza pienso mucho en ese oro. Pensaba incluso en dejarlo todo y volver. Y no lo hice. Hay que confiar. Cuando las cosas se ponen complicadas me intento recordar que no todo es gris y que puedes tirar adelante», dice. Habla de las carreras como metáfora de la vida: la necesidad de seguir corriendo siempre. Ha pensado más de una vez en dejarlo. «Ahora ya menos porque creces y tienes más confianza en ti mismo«, ríe, enamorado de un deporte tan «sacrificado». «Pero los que lo hacemos entendemos porqué nos gusta tanto», apunta.
Es un deporte tan solitario que a Oukhelfen, futbolista hasta cadete, le costó «cogerle el gustillo». No fue un amor a primera vista: «Qué va, qué va. El primer día pensé ‘ya veremos si vuelvo a venir‘«. «Si podía escaquearme y no ir a entrenar mejor«, confiesa. Años después afirma que «lo que lo hace más bonito que otros deportes» es la posibilidad de luchar contra uno mismo. Su primer entrenador le decía que llegaría a los Juegos: «Pensaba que estaba mal de la cabeza», afirma. Pero lo consiguió en París, este verano. Antes, en 2019, ganó dos bronces europeos sub23, en pista y en cross: «Cuando llevé las medallas a casa fue como ‘está muy bien, ¿pero por qué no has ganado el oro?'». Después de una etapa en Soria vuelve a vivir en Reus.
De Marruecos a Reus
La familia llegó desde Marruecos a Reus cuando él, nacido en 1998, tenía seis años. Nació en una zona «donde el deporte existe poco y no salen futbolistas ni nada. Ahí no hay campos de fútbol ni pistas de atletismo«. Fueron en coche. En dos coches, porque son siete hermanos. «Mi padre vino a buscar un futuro y cuando tuvo un poco de estabilidad nos trajo a todos. Ha trabajado de paleta desde el dia que entró«, relata. Dice ‘entrar’, no ‘llegar’. «Gracias a él yo he podido ir a unos Juegos Olímpicos», enfatiza.
Mohamed sigue trabajando de paleta, pero «ahora tiene las cosas más fáciles» porque ya es oficial de primera. En 2007 maldijo la crisis y el paro. Los dos hermanos mayores de Oukhelfen dejaron los estudios para ponerse a trabajar. Reconoce que si hoy es atleta es por la lotería de ser uno de los hermanos pequeños: «Gracias a ellos yo lo tenía más fácil porque mi plato se llenaba solo», asegura.
Lamenta que el atletismo no tiene el retorno económico del fútbol, aunque ahora saborea la oportunidad de poder vivir de su pasión después de años persiguiéndolo: «El fútbol vende mucho y cada partido suyo es como si nosotros ganamos un oro en un Campeonato de Europa, pero la cosa está cambiando mucho y va mejorando». Y admite que es feliz por haber abierto alguna puerta a sus sobrinos, de 8, 7 y 5 años, aunque de momento prefieren el fútbol. «Si tienen que llegar lo tendrán más fácil porque tener alguien por delante facilita las cosas».
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