La lucha de Elena Congost, atleta barcelonesa con discapacidad visual, y de su guía, Mia Carol, por recuperar la medalla de bronce que les fue negada en los pasados Juegos Paralímpicos ni mucho menos ha concluido. Congost y Carol perdieron el bronce pese a haber concluido en tercera posición la prueba de maratón T12 al entender los organizadores que habían violado la norma al haber soltado la atleta la cuerda un instante después de que su guía, incapacitado por los calambres, estuviera a punto de derrumbarse a escasos metros de la meta. Tras ver desatendidas sus reclamaciones ante el Comité Paralímpico Internacional (IPC), han decidido llevar al organismo a los tribunales ordinarios de París.
El conflicto se precipitó justo después de que Elena Congost y Mia Carol, exhaustos, comenzaran a celebrar la medalla de bronce que creían haber conquistado en los últimos Juegos Paralímpicos. Fue entonces cuando el comité japonés, que asistía a la atleta Misato Michishita (que llegó en cuarta posición, a más de tres minutos de la española), presentó una reclamación al advertir que Congost y Carol habían incumplido el artículo 7 del reglamento del ‘World Para Athletics’ al haberse soltado de la cuerda que les unía «una fracción de segundo», según los abogados de la maratoniana barcelonesa de 36 años.
Un equipo de abogados en el que participan los despachos RocaJunyent (España), Vigo (Francia), Meo Law (Alemania) y Dupont-Hissel (Bélgica) han tomado la determinación de litigar en la justicia ordinaria en favor de Congost y Carol ante lo que consideran «una absurda decisión» por parte del Comité Paralímpico.
Calambres
El equipo legal de la pareja española disecciona lo ocurrido a partir del kilómetro 39 de aquella prueba, cuando Mia Carol comenzó a sufrir calambes y, además de perder la posibilidad de ser quien guiara a Congost, tuvo que ver cómo la atleta bajaba su ritmo para que el guía llegara a la meta. «A unos diez metros de la meta, Mia Carol pierde el equilibrio y lucha por recuperarse, sufriendo un ataque de calambres más intenso. Y grita. En un puro reflejo de fraternidad y ayuda, Elena Congost (que, recordemos, es dicapacitada visual), reacciona a ese grito alargando la mano para agarrar el antebrazo de su guía, aunque no podía estar segura exactamente del peligro que corría (¿era un calambre o algo más grave?). Parece que, al hacerlo, Congost deja escapar su extremo de la cuerda durante una fracción de segundo. Este incidente frenó claramente a los dos atletas», exponen los letrados, que inciden en que ambos llegaron al final unidos por la cuerda.
De nada sirvió que Congost y Mia Carol remitieran una carta al Comité Paralímpico Internacional el pasado 25 de septiembre, en la que insistían en que, si se habían soltado de la cuerda fue por la necesidad de asistencia ante una situación de emergencia. Carol estaba a punto de caerse de bruces contra el suelo. «No hubo fraude, sino asistencia a una persona potencialmente en peligro; soltar la cuerda no hizo ganar tiempo a Congost. Al contrario», expusieron.
Dicho argumento chocó de bruces contra Paul Fitgerald, jefe del Comité Paralímpico Internacional para el atletismo mundial, que respondió el pasado 29 de octubre de esta guisa: «La aplicación de la norma fue coherente con el reglamento, y la decisión de descalificarla se basó en una clara violación de éste. Apreciamos los valores de solidaridad y deportividad mostrados por la Sra. Congost (…), sin embargo, para mantener la integridad de la competición, las reglas deben aplicarse de forma coherente para todos los atletas».
«Absurda e injusta»
La próxima batalla se librará, así, en el Tribunal de Primera Instancia de París, donde Congost y su guía solicitarán las medallas de bronce que les fueron negadas, además de la «reparación de los daños sufridos».
Para ello, los demandantes consideran que el Comité Paralímpico está infringiendo las disposiciones de orden público de la Unión Europea, concretamente, la «libre prestación de servicios». Y ponen en relieve un par de ejemplos en cuanto a la aplicación de una norma que consideran «absurda e injusta» en carreras en las que hay atletas que pueden competir solos y otros, como Elena Congost, tienen que ir acompañados de un guía por su grado de discapacidad. «Cuando se le desate el cordón de los zapatos, el atleta que compita solo podrá volver a atárselo fácilmente; en cambio, esta tarea será extremadamente difícil si una de sus manos está atada con una cuerda». Y exponen otro ejemplo: «A lo largo del recorrido del maratón, el organizador pone aseos a disposición de los atletas. Un atleta que corra solo puede ir al baño si tiene una necesidad fisiológica de hacerlo. Un atleta acompañado por un guía tendrá la opción de soltar la cuerda para ir a los aseos y, por tanto, quedar descalificado… O pedir a su guía que le acompañe».
Así, los despachos de abogados que representan a Elena Congost y Mia Carol entienden que la norma tiene como efecto «penalizar a los deportistas más gravemente afectados por la discapacidad» cuando se aplica de forma absoluta, y no como medio para alcanzar «los dos objetivos realmente legítimos, garantizar la seguridad del deportista y evitar el fraude deportivo«.
Elena Congost, aquel 8 de septiembre de 2024, corrió por las calles de París durante 42 kilómetros y 193 metros en busca de la que hubiera sido su tercera medalla paralímpica, tras haber sido oro en maratón en los Río 2016 y plata en los 1.500 metros de Londres 2012. Madre de cuatro hijos, había logrado alcanzar los Juegos de París sin ayudas y soñaba con poder seguir en activo gracias a la beca que le correspondía. Creyó quedarse sin ella después de que le arrebataran el bronce en París, pero la Comisión Permanente del Comité Paralímpico Español, el pasado mes de noviembre, le concedió una beca ADOP extraordinaria que tendrá validez hasta la aprobación del nuevo Plan ADOP de 2025. Le corresponden así 2.050 euros mensuales tanto a ella como a su guía, Mia Carol.
Pero aún les falta la medalla.