Louise nunca va sola. Va ella y el peluche del ‘Rey León’. Ella y él acompañan por las carreteras de toda Europa a ‘King Edward’, un pequeño caballo (mide 1.65 m) que está considerado como uno de los grandes en la equitación moderna. Louise Barraud es la cuidadora de esa joya nacida en Bélgica hace 14 años. Y lleva ya nueve compitiendo al máximo nivel alcanzando momentos casi perfectas con Henrik von Eckermann.
Ambos forman una pareja estelar, que trasciende por encima incluso de los títulos ya que han liderado el Longines ranking (clasificación mundial) desde 2022, además de haber logrado ese mismo año el campeonato del mundo de Dinamarca o las dos últimas ediciones de la Copa del Mundo. Jinete y caballo están este fin de semana compitiendo en el CSIO de Barcelona, que reúne a la elite de este deporte arraigado en la ciudad desde hace más de un siglo.
Louise ha tardado dos días en llegar desde Holanda. Allí vive ‘King Edward’. Han tenido que hacer escala en Lyon. Venía el rey en un lujoso trailer gris, totalmente acondicionado para llevar hasta siete caballos. Pero nunca va lleno del todo. «Nosotros nunca viajamos con más de cuatro», precisa la cuidadora, que lleva una década ejerciendo este oficio. No es una profesión. Es un oficio. Y desde hace cinco vive y se desvive por ‘King Edward’.
Compite sin herraduras
“Es un caballo al que le gusta que le prestes mucha atención. No te regala nada de entrada”, advierte Louise, recordando el esfuerzo de adaptación previo realizado hasta la conexión final. «No te da el amor directamente, tienes que trabajártelo y eso le hace mucho más especial», afirma orgullosa recordando que «hace cinco años que estoy con él y nos tenemos ya mucha confianza. Es muy especial”, apunta la cuidadora de ese caballo nacido en Bélgica, pero que vive en Holanda.
Louise Barraud es la cuidadora de ‘King Edward’, que compite este fin de semana en el Real Club de Polo de Barcelona. / Nacho Olano / RCPB
Tan especial es como su jinete. «¿Por qué es el mejor caballo del mundo? Probablemente lo sea porque sabe hacer muchas cosas bien y es muy regular», apunta Von Eckermann, quien luego relata, con enorme mimo y pasión, esa complicidad que ha construido con el paso del tiempo.
«Pese a que es más bien bajito, él se crece con la altura de los obstáculos», apunta en clave táctica. Pero luego no puede evitarlo. Luego se va a lo emocional donde se ha fusionado la persona con este caballo de tal manera que, a veces, parecen una misma figura. «Fuera de la pista es un caballo muy tranquilo y dócil, pero cuando entra en la pista se transforma y saca todo su poder», apunta el jinete sueco.
“King Edward podría ser un Ronaldo por su potencia física o, seguramente, podría ser también Messi porque es pequeño y tiene un talento extraordinario»
Desde fuera, Louise, que le conoce en todas sus reacciones, mira complacida. Sabe que ‘King Edward’ es «algo especial» como no para de recalcar. «Cuando salta pone su máxima potencia y puedo sentir perfectamente su corazón», confiesa admirado Von Eckermann, a quien se le iluminan los ojos cuando le preguntan a quien sería extrapolable si en vez de hípica se hablara de fútbol.
Él no duda. Y eso que el nombre o los nombres con los que le emparentó son descomunales. «King Edward podría ser un Ronaldo por su potencia física o, seguramente, podría ser también Messi porque es pequeño y tiene un talento extraordinario», apunta el legendario jinete sueco.
«Ellos tienen instintos, sentimientos…»
Esas leyendas están en el Real Club de Polo de Barcelona participando en el CSIO (concurso internacional de saltos), el lugar del mundo donde hay más celebridades de este deporte. «Él y yo hemos crecido juntos, tenemos una relación de respeto mutuo. King Edward es el mejor caballo, pero mañana podría quedar el número 50 de una competición. Eso es lo que hace tan especial a este deporte», reconoce Von Eckermann, recordando que no cabalgan a «máquinas que si se averían puedes reponer al instante».
Son animales, que requieren de un tacto singular unido a un extremado conocimiento de sus reacciones. «Ellos tienen instintos, sentimientos, días malos… “, argumenta el jinete. Por eso, Louise, entregada a su oficio, no se despega de ‘King Edward’. Ni del peluche. “Se lo regalé yo. Él es el rey y no podría tener otro peluche que no fuese un rey”.
