Luis me envió una canción, a ver si me gustaba, y me gustó. Al menos me hizo gracia, que es lo máximo a lo que podemos aspirar en la mayoría de situaciones, a estas alturas de la vida.
La canción en cuestión se titula ‘Era por abajo’ y va sobre la ocasión que falló Rodrigo Palacio en la prórroga de la final del Mundial de 2014. Pedro Bargiela canta a la fatalidad y a la desgracia: era por abajo, le dice a Rodrigo Palacio, era por abajo, tenías enfrente al portero más alto del mundo, no te compliques, era por abajo y me jodiste la vida. Rodrigo Palacio intentó definir por arriba con una vaselina y falló, luego Götze marcó gol y Alemania ganó el Mundial y Argentina perdió.
La ocasión de Kolo Muani
A la segunda escucha me dio por pensar que ahora, una década después, quizá exista un chaval en Francia que esté con sus colegas terminando de componer una canción llamada ‘Era por arriba’. La canción iría sobre la ocasión que falló Kolo Muani en la prórroga de la final del Mundial de 2022. Sería obviamente un canto a la fatalidad y a la desgracia: era por arriba, le diría a Kolo Muani, era por arriba, tenías enfrente al portero súper adelantado, no te compliques, era por arriba y me jodiste la vida. Kolo Muani intentó definir por abajo a un lado y el portero la desvió con el pie, luego llegó la tanda de penaltis y Argentina ganó el Mundial y Francia perdió.
Me dio por pensar también que así es la vida. Desde fuera es muy fácil. Si eliges por abajo y fallas te dirán que era por arriba, y al contrario. Desde fuera y a posteriori es todo muy sencillo.
Desde fuera casi todo lo vemos facilísimo. El pasado fin de semana fui al Estadio de la Cerámica. Durante el partido me fijé mucho en Dani Parejo. Me encanta cómo dirige la circulación, al estilo de un clásico gendarme de tráfico: como es la primera opción en la salida y el rival lo sabe, a menudo va señalando a sus compañeros adónde deben ir los pases.
Rápido o despacio, en largo o en corto
Es el único futbolista al que le deberían contabilizar pases que dan otros, porque los va dictando en directo. Ve todo desde el césped como si lo estuviera viendo desde la tribuna, desde fuera. Me encanta cómo todos le hacen caso, es impresionante, los veteranos y los jóvenes. Parejo decide por dónde avanza la jugada y cuándo y cómo, si hay que sacar rápido o despacio, en largo o en corto.
Tras pasar por la ducha, Parejo salió al césped a recoger a unos niños que supuse que son sus hijos, y que estaban jugando con la pelota, pasándoselo en grande. Desde la distancia, la escena me hizo gracia, que es lo máximo a lo que podemos aspirar a estas alturas de la vida. Me encantó comprobar el contraste que se produjo entre ‘Parejo el futbolista al que todos hacen caso’ y ‘Parejo el padre al que sus hijos no hacen caso’. Porque Parejo tenía prisa, pero los niños no tanto.
Fue bonito: ya puedes acabar de marcar un gol, sumar 500 partidos en Primera División, haber jugado Champions y ser campeón, que tus hijos te van a hacer el mismo caso que a mí, que a nosotros los ‘normales’, a la hora de convencerlos para que dejen de jugar en el parque.
Así es la vida, Parejo, era por arriba. O por abajo. Todavía no lo tengo muy claro.
Suscríbete para seguir leyendo