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Ocho goles endosó al Barça en Lisboa en una sola noche. Y nueve tantos al Madrid repartidos entre Bernabéu (0-4) y Yeda (2-5). Ese hombre tranquilo y sereno que no pierde finales -seis ha jugado, seis ha ganado, cinco con el Bayern y una con el Barcelona- ha transmitido una inyección de vitamina llena de calma a un club esquizofrénico.
Ese hombre tranquilo y sereno, a la vez que silencioso, es Hansi Flick. El mismo que ha desnudado a Ancelotti en dos exhibiciones antológicas. Le ha dado un título al presidente que lo trajo a finales de mayo de 2024 y que ya lo quiso fichar en 2021, en la campaña electoral, aunque entonces estaba comprometido con la selección alemana.
No hay mayor título para los culés, sin embargo, que haber arrasado al Madrid de tal manera, con nueve goles en dos encuentros, que las victorias alcanzan la categoría de humillación para el presumido campeón de Europa. Tan abultadas fueron las dos como la insuflada al Bayern de Múnich (4-1), el exclub del técnico alemán.
Desnudo y acomplejado mira Ancelotti a Flick porque ha creado en cinco meses, y en plena competición, a un Barça eléctrico, divertido, limpiando su mente de viejas depresiones y llenando sus juveniles piernas de gasolina. Un Barça que se bate con grandeza incluso cuando pierde. Así cerró el año con el Atlético de Madrid, el líder que supera a los finalistas de la Supercopa.
15 jóvenes de La Masia
Es una plantilla conectada con la esencia (hasta 15 jóvenes posaban en el césped de Yeda representando a La Masia) a la que las dificultades (lesiones graves de Ter Stegen, su portero titular, y de Marc Bernal, el medio centro que se inventó el técnico alemán, más de Ronald Araujo desde el verano) le han servido, curiosamente, de motor emocional para armar un grupo nuevo.
Son los ‘soldados’ de Hansi, jugadores de diferentes generaciones (la jerarquía de Iñigo Martínez emerge atrás con la sabiduría del viejo goleador que representa Robert Lewandowski) que se fusionan en un grupo compacto y que empieza a simbolizarse en la figura de un adolescente de apenas 17 años que lidera la reconstrucción.
Con Lamine Yamal, y su mesiánico gol -era el 1-1-, empezó la tormenta en el desierto de un Barça descaradamente desacomplejado, que desborda toneladas de personalidad y carácter. Y eso que es una pandilla de jóvenes que bailan en el campo y fuera, excéntricos como son celebrando su primer título con gafas de sol en la cerrada noche de Arabia.
Con Lamine empezó todo en Yeda. Tal es su talento que estableció el prólogo que permitió al equipo de Flick superar el impacto del 1-0 de Mbappé, en una demostración de fortaleza mental similar a la que le ha permitido sobrevolar por la inesperada caída en la Liga, cuando sumó solo cinco puntos de los últimos 21 posibles.
Ni rastro de pesimismo se adivina en el juego del Barça tras las vacaciones, inmaduro e imperfecto como se comprobó con aquel gol de Sorloth en el tiempo añadido en Montjuïc para que el Atlético le arrebatara el liderato. Inmaduro, imperfecto y, a la vez, tremendamente ambicioso y nada especulador. Entusiasta frente a las adversidades, como el tanto encajado de Mbappé después de tres claras ocasiones desaprovechadas.
«El partido que han hecho es de locos. En el descanso dijimos en el vestuario que nada de relajación. No hubo ni en los chavales ni en los que llevan más años»
«El partido que han hecho de locos, tras el gol encajado han reaccionado muy bien”, comentó Ter Stegen, quien dijo que en el vestuario “no había relajación en el descanso ni en los chavales ni en los que llevan más años”. Esa mezcla generacional está reimpulsando a un Barça que ha conectado, con su juego alegre, con la afición. Es capaz de ganar con un estilo vertical y hacerlo luego con el balón, desnaturalizando a un caótico Madrid.
Liderazgo emocional en silencio
No sabe vivir sin ese enorme riesgo el equipo y eso en un club con el caso Olmo en combustión era un inductivo a que se produjera un incendio descontrolado sobre el césped. Pero el tranquilo Hansi silenció todo lo que ocurría a su alrededor y transformó el problema -las desinscripciones de Dani y Pau Víctor- en una solución.
¿Cómo? Emplazando el técnico a los jugadores que tenían que ganar por sus dos compañeros. Recibieron la noticia camino de la semifinal ante el Athletic y la plantilla hizo caso al entrenador con un solvente 0-2 para plantarse en la final. La puerta para que volvieran a jugar. Los dos entraron en el acta arbitral. Solo Olmo entró en el campo.
«El equipo es increíble, vamos todos a una»
Y una vez llegada la noche decisiva, Flick, puntualmente respetuoso -se le puede preguntar a Iñaki Peña- con la jerarquía que él mismo ha creado, mantuvo el mismo once contra el Madrid.
Era un mensaje de respeto y, al mismo tiempo, de confianza. Y el equipo salió desatado para tumbar al Madrid con una creencia casi fanática en la idea de juego que le trasladó su entrenador.
Ni siquiera las dos paradas de Courtois o el gol de Mbappé ablandaron la rebelde imagen de ese Barça con acné en su rostro. “El equipo es increíble, es increíble, todos vamos a una”, musitaba Flick después con indisimulado orgullo tras comprobar que sus palabras, a pesar de que sigue usando el inglés como idioma principal, llegan directamente al corazón de sus jugadores. Ellos creen en él. Y él cree en ellos.
Son los mismos de la pasada temporada. Los mismos más Olmo, que jugó 31 minutos de falso extremo zurdo y con un encomiable sacrificio defensivo porque el equipo estaba con 10 por la expulsión de Szczesny, y Pau Víctor, inédito. Los mismos, aunque parecen otros, entregados a una causa que les ha transformado al punto de que ofrece cda uno de ellos su mejor versión futbolística.
¿El mismo tridente?
¿Es acaso el mismo Raphinha? Pues, no. Suma 19 goles en media temporada, cuando nunca superó los 10. ¿Sigue siendo idéntico Lewandowski? Tampoco. Es el del Bayern que disfrutó Flick. Acumula el polaco 26 goles en 27 partidos cuando el curso pasado anotó también 26 pero en 49 encuentros. ¿Es Lamine el niño que hizo debutar Xavi? Sí y no.
Un niño sigue siendo -no puede sacarse aún el carnet de conducir-, pero se comporta como una estrella planetaria con su capacidad para retirar los focos a Vinicius -el brasileño acabó deprimido y sustituido por Ancelotti con el 2-5 en el marcador- y arrebatar las portadas al mejor Mbappé que ha tenido el Madrid estos meses.
De agosto a enero, hasta en su inesperada caída liguera, ha sabido transmitir Flick señas de identidad que parecen intocables. Su Barça es tan capaz de vivir a máxima velocidad, acostumbrado al vértigo, como de saber adaptarse a la necesidad.
Cuando Szczesny vio la tarjeta roja en Yeda resultó inevitable para el equipo -eran entonces los mismos de la pasada temporada- pensar en las consecuencias que generó la expulsión de Araujo a la media hora de partido contra el PSG en Montjuïc.
Sucedió en abril. Entonces, el Barça no gestionó con inteligencia su inferioridad numérica ante el PSG de Luis Enrique y Mbappé. La eliminación de la Champions terminó provocando la salida de Xavi, mientras el alemán preparaba la información con la que iba a convencer a Deco y Bojan si volvían a llamarle desde Barcelona con una oferta. A Laporta ya lo tenía más que convencido desde 2021, aunque esperase tres años para traer a ese hombre sereno y tranquilo que se ha convertido en una bendición en un club tradicionalmente volcánico.
«Somos un grupo unido y nuestro objetivo es ser mejores en cada partido. Hemos ganado a uno de los mejores equipo del mundo»
Con 11 jugadores, el Barça de Flick fue una máquina casi perfecta de atacar y de defender. Con una poderosa mentalidad que le hizo saltar por encima de las adversidades con la serenidad de quien se toma un café matinal en casa, insinuando con la voracidad de sus ataques que podía causar estragos históricos en su rival. El 1-5 tras el descanso inhibió aún más al Madrid. Con 10, el Barça de Flick permaneció atento, listo y astuto, demostrando que aprende de sus propios defectos, incluso después de encajar el segundo gol en la primera jugada tras la expulsión de Szczesny. Iñaki Peña no mostró ninguna debilidad más.
Y es este alemán, tranquilo y sereno recién llegado al universo culé, que está a punto de cumplir 60 años, quien ha canalizado el ruido institucional en energía para un equipo moderno, atrevido, singular y, a la vez, poderoso. Ha tumbado con una insólita autoridad al Madrid de los galácticos versión 3.0.
«Somos un grupo único y nuestro objetivo es ser mejores en cada partido. Queremos ganar todos los partidos y si es posible lo intentaremos hacer. Tenemos que seguir aprendiendo y mejorando», explicó Flick con calma después de haber humillado a «uno de los mejores equipo del mundo».
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