Semana sin liga masculina, semana nostálgica. En los mismos días en que Andrés Iniesta anuncia su retirada, fallece Johan Neeskens, otra leyenda del barcelonismo. Cuando cuelgan las botas, los futbolistas dejan de tener edad; se quedan quietos en ese instante final -como un cromo que no envejecerá- y siguen viviendo en la memoria de los aficionados. En ese territorio brumoso, donde habitan las grandes jugadas, goles, trofeos e imágenes icónicas, reside la esencia de una afición perdurable. Y entonces, cuando una noticia lo agita con añoranza, nos gusta recordar.
Andrés Iniesta era, es, 16 años más joven que yo, y al principio parecía un niño que no crecería, pero verlo jugar en su plenitud, con ese repertorio de regates imposibles, controles de funambulista y eslálones con el balón pegado a sus pies, me ha hecho sentir un privilegiado que disfrutaba con su arte. Aunque ahora se retire, su fútbol seguirá acompañándonos.
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Johan Neeskens solo era 16 años mayor que yo, pero cuando vino a jugar al Barça de su cuñado, Johan Cruyff, yo lo veía como un señor de piernas largas, siempre con las medias bajadas, que chutaba con la fuerza de un Mazinger-Z. Puedo hablar poco de su juego, pero sin duda él fue quien me acercó a ese Barça que ganaba poco. Cuando jugábamos en la calle, mis amigos querían ser Cruyff y yo quería ser Neeskens, y vestía mi camiseta azulgrana con el 6 a la espalda. Estuvo cinco temporadas en el Barça, enmarcadas por esas dos derrotas con la selección holandesa en las finales del Mundial en el 74 y el 78, y me gusta pensar que en Barcelona se recuperaba anímicamente de la decepción.
A cambio, esa Holanda de la Naranja Mecánica era como nuestro equipo nacional y ese niño que era yo recitaba su alineación, muy concentrado: Jongbloed, los hermanos Van der Kerkoff, Rensenbrink, Ruud Krol, Johnny Repp…, y Neeskens y Cruyff, claro. Gracias a este bagaje, vuelvo a ver hoy las imágenes de la celebración de la Recopa de Basilea, en la Generalitat, con Neeskens llorando porque lo echan, mientras la gente corea “¡Neeskens sí, Núñez no!”, y vuelve una piel de gallina que ha sobrevivido durante 45 años, igual que mi barcelonismo.