Haimar Zubeldia es el sexto ciclista con más Tours en las piernas. Cuenta con 16 participaciones, cinco veces acabó entre los 10 primeros y en 2009 ganó la contrarreloj por equipos con el conjunto del Astana, en Montpellier. Fue integrante de una escuadra en la que convivían, por decir algo, Alberto Contador y Lance Armstrong, de cuya relación se podría escribir un libro, aunque lo que ocupa ahora no es hablar del matrimonio entre el madrileño y el tejano, sino hacerlo de la pasión por el gravel, que seduce al exciclista guipuzcoano como a decenas y decenas de antiguos profesionales, que lejos de poner la bici en una vitrina se instalan casi a diario sobre el sillín de estas nuevas máquinas de dos ruedas que, similares a las de carretera, recorren los caminos sin asfaltar lejos de la selva del asfalto.
“Hay muchos motivos para engancharse al gravel”, cuenta Zubeldia, 47 años de ciclista, a principio de siglo batiéndose con los astros, de los que formaba parte, y ahora colocándose un dorsal para participar este sábado en la Orbea Gravel Rioja Alavesa, una de las principales marchas de esta modalidad ciclista que se celebra en España y que reunirá a cerca de 2.000 participantes, un 12% serán mujeres. 1.000 metros de desnivel positivo en el escenario corto y casi 2.000, en la variante larga, un duro paseo a través de viñedos; dos artes, el pedaleo y el vino.
Alejandro Valverde, Joseba Beloki, Óscar Pereiro, Pedro Horrillo forman parte también de este largo catálogo enamorado del gravel. “Te engancha porque vas por caminos con una bici parecida a la de carretera que, en un momento determinado, también se maneja bien en el asfalto. Es una bici magnífica para llevarla contigo de viaje, porque te permite coger pistas y olvidarte de los coches manejándote de forma parecida a como si fueras por carretera. Y no tienes que estar todo el rato pendiente de la oreja para ver si viene un coche detrás. Por eso, nos gusta tanto a los que venimos del cemento”.
Zubeldia aprovecha la bici de gravel para aleccionar a su hija Ane, de 16 años, que está empezando a competir en ciclocrós. “El País Vasco es un lugar complicado para el gravel, pero si conoces el terreno conectas con pistas. Ane va con la bici de ciclocrós y yo la acompaño con la de gravel. Para los no iniciados en la materia les diría que la de gravel es más cómoda de llevar, gira mejor, ruedas más anchas, más manejables con barro, ideal por los caminos a caseríos que ya utilizaba cuando era profesional y hacía ciclocrós en invierno”.
Sale 6 días a la semana en bici. Sin olvidar la de carretera, Zubeldia también se mueve con la de montaña ya que suele ser estos últimos años uno de los participantes ilustres en la Titan Desert. “Yo voy por rachas a la hora de escoger la bici que utilizo. Ahora me estoy moviendo más con el gravel pero es bueno cambiar de disciplina para no saturarte con una de ellas”.
Colocarse un dorsal en la espalda o en el manillar no significa enloquecer y echar las tripas por la boca, porque eso ya lo hizo Haimar cuando era profesional. “Muchas veces acudo a marchas para acompañar a amigos, pero ya no me gusta la pura competición, medirte a ver dónde está tu límite”. Es mucho mejor mezclarse con el pueblo llano, cicloturistas anónimos que aprovechan los avituallamientos, el inicio o el final de la marcha para un ‘selfie’ con glorias que no son tan viejas y cuyo pedaleo sigue siendo inalcanzable por muchas horas de esfuerzo que se empleen para preparar pruebas como la alavesa, entre piedras, tierra y algún racimo de uvas que se ha negado a perecer en la reciente vendimia.