El Al-Nassr de Cristiano Ronaldo juega el próximo 22 de octubre en Irán contra el Esteghlal. Un encuentro que se disputará en plena crisis de Oriente Próximo. Los acontecimientos evolucionan con tal rapidez que dos semanas vista son un mundo, pero el equipo árabe es receloso con este viaje a Teherán en pleno conflicto con Israel. La posición saudí es compleja en un entorno polarizado, pero el club del portugués quiere minimizar riesgos. Las restricciones en el deporte anticipan la agenda de los estados. En el caso de Irán, más, porque los atletas siempre han estado en el punto de mira del régimen. Mohammad Javad Vafaei-Sani, campeón nacional de boxeo, acaba de ser condenado a muerte por tercera vez.
La muerte de Mahsa Amini, asesinada por la llamada policía moral tras llevar supuestamente mal el velo, desencadenó una ola de protestas en las que participaron activamente emblemas del deporte como Ali Daei, exfutbolista, máximo goleador de la selección y quien jugó en Alemania durante varias temporadas. Le retiraron el pasaporte después de varias y contundentes manifestaciones públicas. La ajedrecista Sara Khadem se exilió en España, país por el que compite después de negarse a llevar el velo en competición.
Pasó por una situación similar la escaladora Elnaz Rekabi, quien alegó que por un descuido compitió sin ‘hiyab’ en un campeonato de Asia. Reapareció meses después con la prensa puesta, pero su carrera no ha vuelto a ser igual. Otros como Mohammad Javad Vafaei-Sani han corrido peor suerte. Según informaba recientemente el abogado del campeón nacional de boxeo, Babak Paknia, «el Supremo ha dictado por tercera vez pena de muerte contra él por ‘corrupción de la tierra’. Aunque esta sentencia puede ser apelada».
Pero, ¿qué es lo que pasó con Vafaei-Sani? El boxeador de 28 años fue arrestado en marzo de 2020 acusado de haber participado en disturbios que se generaron por el aumento repentino del precio de la gasolina y tras el derribo en enero de ese mismo año de un avión de pasajeros ucraniano por dos misiles de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, una rama de las fuerzas armadas de uno de los mayores productores petrolíferos del mundo.
«Corrupción de la tierra», el peor delito que existe en Irán
El púgil fue condenado a muerte en enero de 2022 por primera vez. Ese mismo año fue ejecutado un recluso de la prisión de Vakilabad en la que permanece Vafaei-Sani. La «corrupción de la tierra» es el cargo más grave del código penal islámico y se castiga con la pena capital. El juez que dictó su última condena es, según ha informado Iran Human Rights Monitor, es Hossein Yazdankhah, conocido por su dureza. «La República Islámica de Irán tiene un historial documentado de persecución sistemática de deportistas que se atreven a disentir, con el objetivo de sofocar su influencia y avivar el miedo entre la población del país», cuenta a este diario Bahar Ghandehari, directora de Comunicación del Centro por los Derechos Humanos en Irán.
«Tras las protestas de 2018 y las que después se produjeron entre 2022 y 2023, el Gobierno intensificó su brutalidad ejecutando, sin el debido proceso justo, a deportistas como el luchador Navid Afkari y el campeón de kárate Mohammad Mahdi Karami. Dos actos descarados de violencia estatal ideados para aplastar cualquier símbolo de desafío (contra el régimen)», añade la responsable de las relaciones con los medios de una organización que ha documentado extensamente la represión contra los deportistas.
Akfari, luchador en la disciplina greco-roma de Irán, fue condenado a muerte acusado de asesinar a un guardia de seguridad durante las protestas de 2018. Su condena desató una campaña mundial para pedir su amnistía, acusando al régimen de montar una coartada para poder terminar con su vida. El proceso contra el karateka Karami fue similar. Se le acusó de matar a un miembro de las fuerzas paramilitares Basij. A diferencia del boxeador Vafaei-Sani se le negó un abogado de su elección. En menos de un mes fue condenado a muerte. En lo que las organizaciones denominan como «juicios farsa que son realmente confesiones forzadas», Karami fue acusado de «hacer la guerra». Murió en la horca.
Incentivos para los atletas que se niegan a competir contra israelíes
El estado iraní aprovechó los Juegos Olímpicos para hacer proselitismo. En medio de la guerra con Israel, el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de Irán, ofreció incentivos a los deportistas que se nieguen a competir contra deportistas de Israel. Son varios los países, sobre todo de la comunidad árabe, que han protestado por el mantenimiento de los deportistas hebreos en los torneos internacionales. Piden un bloqueo similar al que se mantiene con Rusia: sus atletas solo pueden competir bajo bandera neutral y los clubes, así como las selecciones, siguen excluidos.
Algunos se han rebelado contra lo que consideran como un gesto antideportivo. El año pasado, la Federación de Halterofilia de Irán impuso una prohibición de por vida a Mostafa Rajaei después de que estrechara la mano de un rival de Israel en un mundial. Obtuvo el segundo puesto en su categoría. Cuando subió al podio, envuelto en la bandera de Irán, tuvo un gesto cordial con el israelí Maksim Svirsky, que terminó tercero. La foto de los dos competidores charlando desató la indignación del Gobierno de Irán, que calificó lo sucedido como «una violación imperdonable«.
La línea dura de Irán empezó en 1979, fecha de la revolución, con presiones y recompensas para los censores. «Los atletas que se niegan a competir o jugar contra un oponente sionista pagan un precio. Por eso no debemos descuidar el bienestar de estos atletas», aseguró Jamenei. La represión ha venido acompañada de una respuesta social a través del deporte, una plataforma de reclamación por los derechos civiles. Open Stadiums consiguió que, por primera vez en 40 años, hubiera público femenino en un partido de la liga local. Su presión también consiguió el acceso de seguidoras a duelos de la selección nacional. Siempre con trabas burocráticas, aforos reducidos y selectivos, además de controles abusivos.
Irán estuvo representado en los JJOO por 41 deportistas, 30 hombres y 11 mujeres. Pero hubo más atletas nacidos en suelo irán en la cita. Hasta catorce compitieron en el Equipo de Refugiados del Comité Olímpico Internacional. Ningún otro país aporta más atletas al conjunto de los exiliados, creado por el COI en 2016. Otros como el judoca iraní Saeid Mollaei han decidido competir por otros países, en este caso Mongolia. Las mujeres lo tienen todavía más difícil, con normas estrictas de vestimenta. Pero salirse de la norma férrea en territorio iraní se paga en ocasiones con la vida, tal y como concluye Bahar Ghandehari, del Centro por los Derechos Humanos: «Irán, el segundo mayor ejecutor del mundo, ha utilizado la pena de muerte como arma definitiva para aniquilar el disenso y ha difundido un mensaje espantoso: desafíennos y serán silenciados».