Sarunas Jasikevicius, una vez encajó los aplausos de una afición que le venera, hizo desaparecer los folios en el interior de la americana, se ajustó el cinturón, metió las manos en sus bolsillos y, serio, clavó la mirada en suelo del Palau. Quizá para asegurarse de que, al menos el parquet, seguía igual que cuando se fue. El resto ya es otra cosa.
Jasikevicius, que ganó dos Ligas y dos Copas del Rey como entrenador azulgrana, se fue del Barça después de que, el 26 de junio de 2023, la directiva vendiera su salida como un divorcio acordado con un comunicado de esos de «gracias y buena suerte». Cuando la realidad es que no convenía seguir teniendo un entrenador en nómina que cobrara como una estrella, y que ya le vendría bien para el banquillo, primero, Roger Grimau –echado a los leones en verano–, y, después, Joan Peñarroya, que vive al borde de un ataque de nervios. Al menos éste pudo alejarse durante unas horas del huracán al ver cómo sus jugadores sacaban adelante el peliagudo partido ante el Fenerbahçe de un Jasikevicius que tampoco va sobrado en Estambul. Punter fue amo y señor (25 puntos, 5 asistencias, 32 de valoración) e hizo volar cuanto hizo falta a Justin Anderson (18 puntos sin fallo), su mejor aliado.
Fue metafórico que un tipo que vive el baloncesto creyéndose el villano de una película de Marvel –Justin Anderson– fuera quien comenzara a sacar al Barça de la crisis que le acecha (9-7 en la Euroliga). El alero de Virginia, que tiene zurda de pintor y derecha de boxeador, vio cómo Peñarroya, al inicio del segundo cuarto, le echaba una bronca tremenda por conceder una transición que estrechaba un marcador inaccesible para los turcos toda la noche (26-24). Anderson, lejos de amedrentarse, le echó una mirada de aquellas que intimidan y se fue para el banco. Pero también estaba seguro de que Peñarroya no haría como el viejo lobo Pesic, que correspondía a los errores con castigos de invisibilidad.
Así que Anderson, después del tiempo muerto y de que Parker le dijera que siguiera adelante con lo suyo, volvió a la pista. Y esperó su momento. Justo cuando se vio habilitado para echarse al monte, se fue como un toro hacia la canasta, se llevó por delante a Colson, y arrancó un 2+1 que hizo estremecer al Palau. Ya no tanto por la acción, sino porque Anderson comenzó a golpearse el pecho como si ahí dentro habitara un demonio al que silenciar (31-24, m. 17).
Aunque, en esta batalla emocional, Peñarroya retomaría la desesperación y los gritos después de que sus jugadores no lograran cerrar un rebote defensivo en la última jugada antes del descanso y Anderson, sí, cometiera una falta que permitía a los turcos tomar un poco de aire de cara a la reanudación (44-37).
Pero el Barça encontró grandísimos argumentos en el talento bruto de Punter, que esta vez sí tuvo el día con sus tiros a la pata coja, y Parker, ofreciendo anotación desde los rincones. El Fenerbahçe, en cambio, fue una sombra. Incapaz de soportar todavía la grave lesión de su gran referente, Scottie Wilbekin, pagó su paupérrima estadística en tiros de tres (7/30) y que quien debía tirar del carro, el ex azulgrana Nigel Hayes-Davis (7 puntos, 1/6 en triples), se pareciera mucho más al alero que jugó en el curso 21-22 en el Barça que al que viene siendo uno de los mejores de Europa.
La noche concluyó con Punter provocando los brincos de Anderson ante el delirio de la afición de un Palau que se fue algo más calmada a casa. Y que se permitió homenajear con más aplausos a un Jasikevicius que, frustrado, no participó del juicio sumario al Barça de Peñarroya. Bastante tiene.
Ficha técnica
90. Barça (20+24+21+25): Satoransky (5), Punter (25), Anderson (18), Parker (15), Vesely (2) -equipo inicial-, Hernangómez (4), Núñez (4), Abrines (2), Brizuela (11), Parra (4) y Sarr (-).
63. Fenerbahçe Beko Estambul (12+25+16+10): Hall (9), Baldwin (4), Hayes-Davis (7), Colson (15), Birch (8) -equipo inicial-, Guduric (3), Melli (3), Biberovic (4), Sanli (2) y Mays (8).
Árbitros: Tomislav Hordov (CRO), Rein Peerandi (EST) y Steve Bittner (ALE). Sin eliminados.
Incidencias: Partido de la jornada 16 de la Euroliga disputado en el Palau Blaugrana de Barcelona ante 5.974 espectadores. Antes del salto inicial se guardó un minuto de silencio por la muerte del exjugador de baloncesto Janis Timma.