En un fogonazo se llevó el Girona un triunfo que le vale una fortuna. En un partido donde el fútbol no tuvo razón de ser emergió la clarividencia de Blind para inventarse un pase sensacional al que la delicada pierna izquierda de Bryan Gil le dio después un carácter decisivo. Controló y centró, enviando el balón a la cabeza de Yangel Herrera para liquidar una desagradable tarde con una victoria que le proporciona calma y, sobre todo, tiempo.
Tiempo para que vuelva su juego y tiempo, además, para que regresen los lesionados. Ahora mira ya hacia arriba, cerca de las posiciones europeas, feliz porque en la cabeza de Yangel encontró el premio a ese agónico ejercicio de resistencia que vivió en Getafe. ¿El fútbol? Mejor, ni preguntar. Entre la cabeza de Yangel y el decisivo pie izquierdo de Gazzaniga en la segunda mitad se resume un triunfo reparador.
Tan solo eran cinco minutos. Apenas cinco. Pero más que suficientes para que Míchel desde la banda alzara con energía sus brazos, instando a su equipo a que conquistara la pelota. Nada más iniciarse el partido se la había arrebatado el Getafe. Y así ocurrió en la primera mitad hasta el decisivo cabezazo de Yangel.
De ahí el enojo del técnico del Girona porque veía que el encuentro ya se jugaba a lo qué quería su rival. Era un arranque tímido, plano y hasta frío porque no lograba ni pasar del medio campo, incapaz de sortear la trabajada presión del conjunto madrileño. Y el enfado de Míchel iba en aumento a medida que pasaban los minutos porque su equipo no tenía la pelota. Ni la personalidad para robarla. Y tenerla.
Bordalás envió a un lateral (Nyom) con oficio a disfrazarse de extremo diestro para castigar la banda que defendía Blind, obligado a tener la ayuda de Miguel, más atacante que nunca porque Míchel se ha quedado sin extremos por tanta lesión.
Necesitó el Girona que transcurrieran 10 minutos –una eternidad para su entrenador- para recuperar el balón y tejer una jugada llena de paciencia y criterio, aunque terminara en un defectuoso centro de Juanpe. Al menos logró ubicarse en el campo del Getafe, detectando la figura de Oriol Romeu, ya en su tradicional lugar de mediocentro.
Aunque nada transcendente ocurría sobre el césped. Camino de la media hora y en la patria de “Esto es fútbol, papá!!”, el lema bordalasiano de la vida y del juego, dominaba el aburrimiento. El tedio. Y el sopor. Todo eso se acaba contagiando y el encuentro era una invitación para desenamorarse de este deporte.
Del penalti salvado por el VAR al 0-1
El Getafe, entretanto, a lo suyo, acostumbrado cómo está a manejarse en los submundos, convirtiendo cada acción a balón parado –tres saques de esquina y tres faltas- en un acontecimiento. ¿El Girona? No estaba. Ni siquiera comparecía. Y en uno de esos balones en los que no debía pasar nada, Oriol Romeu se complicó tanto la vida que el colegiado pitó penalti.
Tuvo suerte de la tecnología porque el VAR detectó que la falta se había producido centímetros antes de que Yellu Santiago pisara el área de Gazzaniga. Se libró Oriol Romeu de un enorme problema. Se libró el Girona de caer con un 1-0, el escenario preferido para los ‘soldados de Bordalás’.
Y, de pronto, cuando no había nada, tal si el Girona fuera el Getafe se inventó un gol. Un gol que nació del pase monumental de Blind, que desgajó a la defensa madrileña, preámbulo a la intervención decisiva de Bryan Gil, un extremo derecho que apareció por el flanco izquierdo sin que apareciera en la pantalla del radar enemigo.
Desmarque excelente del andaluz, sensacional el centro con su precisa pierna izquierda –miró antes para ver quien llegaba al área del Getafe- e inacabable el salto de Yangel Herrera, quien marcó con una autoridad insultante. El cabezazo del venezolano silenció al Getafe, que se topó, quien se lo iba a decir, con su propia medicina.
Pero no hay partido tranquilo para el Girona esta temporada. Expiraba el tiempo añadido de la primera mitad alegre y, a la vez, aliviado por el gol de Yangel cuando Gazzaniga golpeó a la pelota con su pierna derecha. Y, de inmediato, se tiró al suelo.
En este equipo se lesionan todos. Hasta el portero. Algún día hasta a Míchel le tocará ir a la enfermería. Afortunadamente compareció en la segunda mitad el meta argentino, desorientado en las salidas aéreas, cometiendo un par de fallos. Pero no estaba lesionado.
El milagroso pie izquierdo de Gazzaniga
En la segunda mitad, y sin que Míchel introdujera cambio alguno ni siquiera pasada la hora de partido, el Girona se refugió junto a su área, negándole los espacios a su rival. Bordalás sí movía el banquillo, aunque no amenazaba como deseaba mientras se desesperaba porque se le escurrían los minutos entre los dedos. Era el mundo al revés. El Getafe, con el balón; el Girona, sin él. Nadie estaba cómodo.
Hasta que en el minuto 71 llegó la jugada clave del partido. Una de las pocas que hubo. El colegiado pitó fuera de juego, Pero no había posición ilegal en el remate, dentro del área pequeña, del delantero turco Bertug encontró el milagroso pie izquierdo de Gazzaniga. Era gol o gol. Pero esa bota del portero argentino evitó el empate porque el VAR habría dicho que no había fuera de juego.
Entonces, Míchel ordenó un triple cambio para refrescar a un equipo exhausto. Exhausto y asustado por ese ocasión que malogró Gazzaniga. Sacó a Stuani, selvi y Ferran Ruiz, un joven que debutaba en Primera División. Era un ejercicio de supervivencia. Ni más, ni menos. No le quedaba otra al Girona, quien se sacaba el balón de encima como si fuera un enemigo. Quería ganar metros. Con eso le bastaba a un equipo irreconocible, condicionado por tanta ausencia, que salió de Getafe gozando de un triunfo que le reconcilia con la calma.