Víctor Font fue el primero de los opositores en salir a la palestra para visibilizar la indignación y la incredulidad del barcelonismo activo por cómo Joan Laporta ha manejado el caso de Dani Olmo y Pau Víctor. Pese a la contundencia de su mensaje no llegó a pedir ninguna dimisión. El movimiento ‘Som un clam’, menos contenido, pidió al presidente y su junta «dar un paso al lado». Es la primera vez en los cuatro años de su discutido segundo mandato en que a Laporta se le exige directamente que se aparte del club.
Tanto uno como otro, que conforman la oposición más organizada, se quedan por el momento en la fase declarativa. Afirman ambos, en coincidencia textual, «que no nos quedaremos de brazos cruzados» mientras «la institución se degrada», dicen unos, o ante la dilapidación de recursos y el prestigio», según Font. La posibilidad de activar una moción de censura no pasa por ahora de ruido que aún nadie se ha atrevido a concretar. Quizá es cuestión de tiempo.Nadie imagina una dimisión de Laporta, pero la laminación de su prestigio y de su gestión, en cualquier caso, se ha acelerado.
Dudas sobre el descontento
La prudencia no puede desligarse del estado aletargado de la masa social azulgrana. El exilio a Montjuïc, poblado de turistas y con miles de socios de excedencia o directamente de baja, complica la canalización de un descontento que en ocasiones funciona con un mecanismo de contagio. Unos cánticos de los más activos pueden incitar a indecisos. Se ha convertido el estadio prestado en un recinto silencioso, con el conflicto abierto con la Grada d’Animació, a la que la junta le ha puesto la cruz.
A la vez, la prudencia viene dada por las dudas sobre la erosión real de la figura de Laporta por su errático segundo mandato, coronado con el despropósito de la no inscripción de los dos únicos fichajes de esta temporada. Para los opositores, el gran comunicador se ha convertido en un charlatán cuya palabra no merece crédito alguno. ¿Pero cuán extendida es esa impresión? Nadie lo sabe y las asambleas de compromisarios no miden ya nada.
‘Som un clam’, que se dio a conocer con un gran acto ante unas 1.500 personas en octubre y que encabeza Joan Camprubí Montal, nieto del expresidente Agustí Montal, buscó precisamente despertar al barcelonismo en su duro comunicado de ayer. «Urge un cambio de rumbo. El futuro del Barça depende de nosotros, sus socios y socias», proclamó.
El llamamiento puede devaluarse si el supuesto optimismo de la junta tuviera traslación real y Olmo pudiera ser inscrito de nuevo. El presidente y sus asesores más directos se encerraron ayer de nuevo en las oficinas del club para encontrar una salida a una trampa que se cavaron ellos mismos con el pico de Barça Vision.
No hubo ningún comunicado y salvo novedad de última hora, Hansi Flick será el primer interlocutor del club en ofrecer explicaciones del caos en rueda de prensa antes del partido de Copa con el Barbastro de mañana. Es de suponer que el Barça evitará eso.
¿Caso cerrado?
LaLiga da el caso por cerrado y se recuerda que un club no puede inscribir dos veces a un jugador. El Barça se agarra a otra argucia legal a través de la RFEF. Espera que llegue hoy el dinero por los palcos VIP del nuevo Camp Nou vendidos (o malvendidos) a fondos del Golfo Pérsico y eso permita convencer a todas las partes de que esta vez no vende humo y que la documentación que recibió LaLiga en las últimas horas del 2024 tiene sustento. Se apela a la cláusula de «una fuerza mayor» de la normativa de la RFEF para lograr la tramitación de las fichas fuera de plazo.
Si convencer a los máximos dirigentes de los dos organismos, Javier Tebas y Rafael Louzán, parece complicado, habría que estar atento a la reacción de los clubs de Primera. La amenaza de la impugnación de los partidos del Barça podría darse por descontada, sin descartar una apelación a los tribunales. La esperanza de Laporta de salvar la cara pende de un hilo.