El Girona este año vive en la resistencia. En la convicción por mantener viva una idea, una sensación, mientras que los partidos se suceden a trompicones. El calendario sobrepoblado de partidos, con la cita de la Champions siempre de por medio, y la unión de una plantilla prácticamente nueva, hace que cada encuentro sea un ‘qué pasará’. No siempre consigue salirse con la suya Míchel, no le sucede demasiado, pero contra el Villarreal (2-2) se impuso el carácter y la terquedad. Le valió un empate alcanzado en el minuto 98 por Krejci, que cerró con un mejor gusto una semana complicada tras la derrota en Champions ante el Sturm Graz.
El balón fue del Girona. El conjunto catalán dominó el encuentro en connivencia con la falta de interés del Villarreal por controlar el partido. Creó y se estableció en campo rival, pero las llegadas eran poco claras y apenas generaban peligro para la portería de Diego Conde. Pasaban los minutos, pero el Girona no terminaba de cristalizar tanto intento. Hasta que el conjunto de Marcelino aprovechó un contragolpe para hacer enloquecer a La Cerámica. Barry estaba en el momento justo en el lugar adecuado. Situado ante el poste se encontró con un balón que salió despedido tras chocar con la madera. Solo tuvo que empujarla para anotar el primer tanto ‘groguet’.
El Girona se vio por debajo en el marcador con cierta resignación. No era la primera vez esta temporada que se encontraba con esta situación, pero Míchel no desistió en su empeño de rehacer el equipo con garantías. El descanso debía servir para apaciguar las aguas, para ofrecer recursos y aire a unos futbolistas que se marcharon al túnel de vestuarios un pelín aturdidos. Pero la reanudación fue extremadamente cruel con los ‘gironins’.
Álex Baena, que en su momento fue uno de los más aclamados en Montilivi, firmó el segundo para el Villarreal cuando tan solo se habían sumado unos segundos del segundo tiempo. Tras un control de escándalo para ponerse la bola en el camino de la portería, Baena solo tuvo que cerrar su bonita obra con una conducción acrobática para finalizar con carácter y poner el segundo para el Villarreal.
Esta temporada, el Girona ha vuelto a competir con la sensación de necesidad. Ya no reina el disfrute de ser invencible, de gobernar en el fútbol español. La realidad es más bien otra. Sufrir y luchar, empeñarse en hacer las cosas bien, hecho innegociable para el conjunto catalán. El tanto de Baena no desanimó al Girona, que se mantuvo estoico ante el abismo. Mantuvo el control del esférico, combinó y construyó con la determinación de seguir. Porque de eso se trata. De seguir en pie, manteniendo no solo la ilusión sino también la convicción del talento con el que cuentan en el vestuario catalán. Y de ahí nació la diana de Donny van de Beek, que quedó suspendido en el aire hasta la corroboración del VAR. El videoarbitraje confirmó el tanto, que firmó el neerlandés tras aprovechar el rechace de un córner en la frontal. El 2-1 dejaba sitio para la terquedad, y pocos equipos más tercos hay en La Liga que el Girona.
Lo luchó. Aunque la pólvora visitante parecía mojada. Había llegadas, pero los remates terminaban siempre desviados. Stuani estuvo a punto de marcar el empate ya en el ocaso, pero su diana fue cancelada por fuera de juego tras la celebración. Parecía que se quedaba sin tiempo el conjunto catalán. Pero, aunque a veces parezca que la magia de este equipo se ha apagado, nada más lejos de la realidad. Stuani bajó un balón sobre el punto de penalti y, tras botar sutilmente sobre el verde, le quedó volando a Ladislav Krejčí. Qué genialidad la que se marcó el checo. Con una rosca hacia dentro, totalmente envenenada y magistral, batió a Conde, rendido ante tal ocurrencia. Enloqueció el banquillo del Girona mientras Stuani se señalaba el escudo.
El Girona se encuentra entre dos mundos. En el despertar de un sueño, y la constancia para sobrevivir a su nueva realidad. Los de Míchel siguen construyéndose, creando algo que mantenga vivo el recuerdo de ese fútbol que maravilló al mundo. Mientras tanto, toca abonarse al carácter propio de un equipo fiel a sí mismo.