Hugo Sotil sentía una “inmensa alegría” cuando visitaba Barcelona. “Acá fui muy feliz”, argumentaba. Vino invitado por última vez el pasado mes de noviembre por la Agrupació d’Exjugadors del FC Barcelona para la cena anual, celebrada una semana antes de la gala del Liceu donde se conmemoraba el 125 aniversario y donde el futbolista peruano debía tener una butaca reservada que no utilizó.
Al lado de los compañeros con los que se coronó campeón de la Liga 1973-74, con una crucial aportación suya. Sotil jugó las 34 jornadas de titular -igual que Juan Carlos, Asensi y De la Cruz, que fue el único que completó los 3.060 minutos de juego- y marcó 11 goles. En Barcelona reencontraba el cariño que recibió y el pasado glorioso que le encumbró.
Iba a ser la última vez. Fue. El 19 de diciembre ingresó en una clínica de Lima, y falleció este lunes.
Hugo Alejandro Sotil Yerén, natural de Ica, en el suroeste de Perú, cumplidos los 75 años el 18 de mayo, no andaba bien de salud, más allá de la dificultad para caminar por los maltrechos tobillos, el recordatorio de la carrera futbolística de un delantero centro en una época en la que ni siquiera se estaba a salvo de los defensas en el área.
“El único valiente de aquel equipo era él. A veces sacaba un córner y no veía a nadie de los nuestros”, terció Carles Rexach, presente en la entrevista que mantuvo Cholo Sotil con este periódico la tarde del 26 de noviembre. “A mí me mandaban allá”, corroboraba Sotil, que “nunca” tuvo miedo en España de los centrales salvajes con los que convivía.
“El único valiente de aquel equipo era él. A veces sacaba un córner y no veía a nadie de los nuestros en el área”
«Vete de acá, que yo mato»
“En Perú pegaban más arriba”, sonrió”, como si el punto de mira lo hubieran fijado en las costillas y las rodillas y no en los tobillos, la extremidad más próxima al balón. “Aquí, en Granada, me agarró bien un paraguayo”, recordó de un monumental castañazo recibido en Los Cármenes. “’Vete de acá, que yo mato gente’, me dijo Fernández”. El paraguayo.
Se acuerda de más nombres. De Felipe y Benito, por ejemplo, emblemas de la violencia. Ante ellos se desquitó la noche del 0-5, al marcar el quinto gol con un cabezazo en el área blanca. El tipo más pequeño (1,67 m.) del partido. “Todos se iban al segundo palo y yo iba al primero”, explicaba. Por dos razones: delante había más riesgo de chocar, y él era el más bajito. Y el más rápido. Y el más recio.
Algo parecido a Romario
“Amb aquelles camotes que tenia, que parecían columnas”, intervino Charly, aludiendo a las poderosas piernas de su compañero que le permitían aguantar todas las embestidas. “Con el tiempo, al Cholo siempre le comparaba con Romario: se plantaba con los pies en el suelo y no le derribaban y, además, tenía una salida explosiva que le permitía escaparse de los defensas”.
Pero a su llegada a Barcelona, en 1973, no era una celebridad como el brasileño, aunque Sotil era internacional peruano y había disputado en el Mundial de México con la selección. No era el fichaje que perseguía el Barça cuando Rinus Michels y Josep Maria Minguella viajaron a Lima. “Fueron a ver a Teófilo Cubillas y me vieron a mí”, contaba Sotil de aquel partido entre el Alianza y el Municipal que le cambió la vida.
“Fueron a ver a Teófilo Cubillas y me vieron a mí”, contaba Sotil de aquel partido entre el Alianza y el Municipal que le cambió la vida.
Hugo y Johan Sotil
“A la noche vinieron a mi casa y a las cinco de la mañana estábamos yendo hacia el aeropuerto. No hubo mucho de qué hablar. Tenía mucha ilusión por jugar en un equipo como el Barcelona, yo, que nunca había salido de mi país”. Aterrizó ya casado y con dos hijas; en Barcelona nació el tercero y el cuarto lleva el nombre de Johan. Luego vino el quinto. Cubillas fue a jugar a Suiza.
Vivía en la calle Girona tocando a la Diagonal, instalado en la gloria aquella campaña en la que el Barça se coronó campeón a cinco jornadas del final en Gijón, con una victoria sobre el Sporting. Un título acuñado con la frase “mamita campeonamos” que pronunció Sotil.
La llamada de la viejita
Hubo otra llamada con mamita un año más tarde menos agradable. “Mi viejita me dijo que la habían amenazado con quemarle la casa si no iba con la selección”, explicó Hugo. Fue el preámbulo del segundo exitazo de su carrera y que ya le había convertido en inmortal en Perú. La selección se había clasificado para la final de la Copa América de 1975.
“Me marché de Barcelona sin permiso. Después de un partido que jugamos en casa [un Barça-Racing Santander, 2-1], agarré un vuelo hacia Madrid y otro a Caracas”. Venezuela era la sede de la final Perú-Colombia el 28 de octubre de 1975. Sotil forzó un penalti que falló Cubillas y anotó el gol de la victoria. El único título del palmarés de la bicolor junto al título de 1939. Ninguno más.
Sotil se marchó sin permiso para ir a jugar la final de la Copa América de 1975 con Perú frente a Colombia. Provocó un penalti y marcó el gol del triunfo (1-0).
Un talón y un día
“Al volver me llamó el señor Montal a su despacho. ‘¿Usted sabe lo que ha hecho?’, me preguntó. Venía a pedirle perdón, le dije. ‘Se ha ido a jugar con la selección sin permiso. Podía haber perdido la final y ser castigado. Vaya a ver al gerente”, continuó. Y el gerente me dio un talón como premio y un día de fiesta”.
Había algún cargo de conciencia en el Barça porque Sotil se había pasado la temporada 74-75 esperando la nacionalización que nunca llegó. “Siempre me decían dentro de un mes”, dice el futbolista, convencido de que al club también le engañaron, retrasando un trámite que laminaba las opciones de revalidar el título, ya que a la plantilla se le había añadido el fichaje de Johan Neeskens.
El día viernes…
“Solo jugaba cuando había un amistoso. Entrenaba toda la semana para nada. El día viernes me iba a la discoteca. Cuando había partido, tenía que ir al campo a sentarme a la tribuna”. Ese año perdido le acabó pasando factura. Cerró su carrera en el Barça con 18 goles en 70 partidos. Números similares a los que firmó con la selección: 18 goles en 62 partidos.
En diciembre de 1976 regresó a Perú, con una propuesta del Alianza, el club en el que había comenzado a los 13 años y del que era hincha. También le coronó campeón dos años seguidos. Ansiaba disputar el Mundial de 1978 en Argentina. Lo jugó “herido”. Tras un breve paso por Colombia, acabó su carrera en Perú en 1986.