Leí que Vinícius había perdido el Balón de Oro contra pronóstico, y la verdad es que me extrañó muchísimo porque me considero un apasionado del fútbol y nunca jamás en mi vida había visto jugar ni había oído hablar de ese tal Pronóstico.
Lo cierto es que se ha escrito un montón sobre el Balón de Oro, pero aún no he leído nada sobre el momento más importante de la gala del Balón de Oro. Lo más importante ocurrió cuando Rodri recogió el trofeo y tomó la palabra desde lo alto del escenario.
En un punto emotivo de su discurso, Rodri dedicó el premio a su pareja y de paso explicó que justo ese día celebraban el octavo aniversario. En ese exacto momento, con esas palabras sencillas y a priori inofensivas, Rodri nos hundió en la miseria a millones de novias y novios. Nada de lo que regalemos en el resto de nuestra vida puede estar a la altura de regalar un Balón de Oro.
Cita romántica en París
¡Un Balón de Oro! Me gusta pensar que Rodri, en realidad, había despertado en Manchester aquel lunes sin haber preparado nada para el aniversario. Me gusta pensar que Rodri, que además gasta fama de despistado, lo había olvidado por completo, y no tenía plan y no tenía regalo.
Me gusta pensar que de repente alguien le dijo que viajaban a París porque iba a recibir el Balón de Oro y entonces pensó ‘uf, salvado’: cita romántica en París y un Balón de Oro de regalo. Me gusta pensar que Rodri estaba tan feliz, bajo los focos y sobre el escenario, no por ser el mejor futbolista del mundo ni por cumplir un sueño infantil, sino por haber evitado la bronca que le habría caído por olvidar el aniversario.
Con esta teoría idiota sobre la verdadera historia del Balón de Oro ya tengo conversación para lo que queda de año. Tengo esto de Rodri, el aniversario y el Balón de Oro, el anexo merecedor de cárcel de contra Pronóstico, y otras dos historias que pienso contar a todos aquellos que me encuentre, sin piedad y sin desmayo, y quizá evitando que huyan agarrándolos del brazo.
Un hallazgo
Tengo un hallazgo internacional: resulta que el entrenador del equipo revelación de la Champions, un tal Éric Roy del Brest francés, jugó una temporada en el Rayo Vallecano. Cuidado: esto no lo sabe nadie, esto no interesa que se sepa, de esto no se habla, esto intentan ocultarlo.
Y tengo otro descubrimiento, este de ámbito regional, pero igual de extraordinario. Resulta que el exfutbolista del Castellón, Marcos Estruch, aka el Barbero de Gandia, trabajó en la peluquería de la madre de Pere Marco, ahora futbolista del Castellón y también delantero y por tanto legítimo heredero del original Barbero de Gandia. Qué más se puede pedir. A mí estas cosas me dan la vida.
Con estas tres historias confío en capear todas las comidas, cenas, meriendas, desayunos y almuerzos navideños. Ojalá ser un muñeco de peluche para bebés, uno de esos que pulsas una tecla y canta una canción distinta. Ojalá ser ese muñeco de tres teclas, pero con mis historias futboleras y vacuas, y regatear así discusiones sobre cualquier otro tema, que en esto la Navidad asoma siempre de lo más intensa.
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