Laporta recoge los frutos del madridismo sociológico


Una decisión política ha salvado el mandato de un presidente ahora apolítico. No es una contradicción, sino el equilibrio más adecuado para un Joan Laporta que ha interiorizado con el tiempo los códigos esenciales de la supervivencia. Hacer ‘botifarras’ a quienes poco pintan, pero no al poder de verdad. Son esos mismos códigos a los que no supieron ajustarse en su día ni Sandro Rosell ni Josep Maria Bartomeu cuando necesitaron que alguien les echara un cable. Uno acabó en prisión preguntándose por qué, y el otro, expulsado y repudiado. Laporta, en su segunda era al frente del Barça, puede parecer un presidente rebelde y pintoresco, sin causa ni remedio. Que jura en arameo y da patadas a las sillas. Pero ha aprendido a no incomodar a las personas apropiadas.

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