Nueve de cada 10 casos de trastornos de la conducta alimentaria afectan a mujeres. A nivel general, las mujeres son las principales afectadas de este tipo de enfermedades pero, si además, es deportista de élite, las opciones se multiplican. «Las deportistas de alto rendimiento, sobre todo en función del deporte o del tipo de práctica cultural, son un grupo de mayor riesgo», confirma Sara Bujalance, directora de la Associació Contra la Anorèxia i la Bulímia (ACAB). «La base de un TCA, y la base compartida a nivel social, es que estar delgado es igual a éxito. Y que el exceso de peso o el sobrepeso es igual a fracaso. Esto es lo que tenemos que romper«, añade la experta.
«Un TCA es un problema emocional que de alguna forma mira de resolver el malestar, apoyándose mucho en la alimentación y la modificación de la imagen corporal. Básicamente es un problema emocional y el malestar se traslada en una relación muy tensionada con los alimentos, el propio cuerpo y la imagen corporal», relata Marc Ferreira, psicólogo de Eatica, centro especializado en trastornos de la conducta alimentaria. «El deporte, y sobre todo el deporte de élite, por la exigencia, por el sacrificio o por seguramente los perfiles que ya llegan con mucha dedicación, mucho perfeccionismo y mucha entrega, ya te ponen en una situación de riesgo. Esto no quiere decir que todo aquel que hace deporte a nivel de competición tenga que tener un problema alimentario. Están en una situación más vulnerable, eso sí», añade el psicólogo, que entre sus pacientes tiene a Anna Guirado, corredora de trail que lleva 6 años luchando contra un TCA.
Las causas de este tipo de transtornos son muchos y algunos se acentúan con la práctica del deporte al más alto nivel. «Implica una exigencia física, tener cierta disciplina con todo lo que tiene que ver con la alimentación y el entrenamiento. Se trabaja mucho para lograr los objetivos, los resultados. Hay también normalmente una competición alrededor e implica una exigencia elevada. Todo este escenario, en determinadas personas en función un poco de la vulnerabilidad individual que tengan y el entorno donde estén (entrenadores, cultura…) puede acabar favoreciendo la aparición de la transformación de la conducta alimentaria», cuenta Bujalance.
«La causalidad es multifactorial«, recuerda Ferreira. «Hay factores de riesgo que tienen que ver con la misma personalidad, si es más rígida, con más tendencia al perfeccionismo, la dificultad de adaptarse a los cambios, la tendencia a hacer una autoevaluación… También hay situaciones que tienen que ver con un entorno social más amplio, la propia biografía (si ha vivido casos de bullying o recibido mensajes negativos hacia su cuerpo), el haber sufrido acoso sexual… Además, también pueden influir problemas familiares. Situaciones donde puede haber una relación conflictiva entre los padres o los adultos y que los niños se acaben metiendo por el medio», recalca. Todo ello sumado a la presión estética sobre el cuerpo de la mujer y la libertad con la que se opina de éste en cualquier ámbito con impunidad.
El deporte, un desencadenante
Como recalcan los expertos, el deporte puede ser un elemento agilizador y potenciador de un transtorno de la conducta alimentaria. «El hacer deporte es una cosa que vemos con mucha frecuencia en pacientes con problemas alimentarios. Uno de los síntomas que hay a menudo con los problemas alimentarios es la hiperactividad. Es decir, hacer mucho de deporte, hacer muchas horas de gimnasio o hacer muchas horas, básicamente para compensar lo que has comido, quemar calorías o bajar de peso«, explica Ferreira.
Pese a eso, los expertos recalcan que no hay que demonizar el deporte, pero sí poner sobre él la lupa. «Es muy importante que los entrenadores y todos los profesionales que están implicados, también las familias, y los mismos deportistas, sean conscientes de que es un entorno con mayor riesgo por la exigencia física que supone, y partiendo de esta base, trabajar de una manera saludable. Que el acompañamiento tenga por anticipado estos elementos. Es como todo, depende de cómo se gestione. Y sobre todo cómo lo gestione con las personas de mayor riesgo, porque no tiene el mismo riesgo una deportista de 35 años que uno de 15″, confiesa la directora de la ACAB.
Que se creen referentes femenino dentro del mundo del deporte es crucial, ya que, a la vez que demuestran que son perfectamente válidas para la competición, enseñan al mundo una diversidad cultural muy necesaria. «Con los Juegos Olímpicos de París lo hemos visto. Han tenido que salir deportistas exigiendo respeto para la diversidad corporal. A las mujeres nos faltan referentes y modelos que nos inspiren, no por el hecho de ser atractivas, sino porque son reconocidas por otras cosas: su talento deportivo, para ser investigadoras, para ser profesionales del ámbito que sea, para ser activistas…». Por suerte, no solo cada vez hay más, sino que con su altavoz reclaman respeto.