Cuando el FC Barcelona firma un acuerdo de largo alcance suele proclamarse desde la propaganda oficial que se trata del mejor contrato de la industria. Se ha dicho ahora con Nike, como se dijo en el pasado en anteriores renovaciones con la marca estadounidense, aliado azulgrana desde 1998. El tiempo acaba siempre por desfasar la realidad del presente. No tarda en aparecer un nuevo contrato del Real Madrid, el Manchester United o el Manchester City que se pone por delante en esta competición financiera. Lo normal.
Los números y las cláusulas del acuerdo con Nike no se conocen aún de forma precisa, pues el club oficialmente no las ha revelado. De ello se ha quejado ‘Som un clam’, uno de los movimientos opositores activos. Este, como cualquiera que vigila la gestión actual, ha lamentado que la opacidad constituya el ‘modus operandi’ de Joan Laporta en todos los grandes tratos que ha firmado, que son unos cuantos desde que retornara a la silla presidencial en 2020.
Laporta, que ha cogido un vuelo de 14 horas para estar esta semana en Mongolia –“un asunto privado”, según el club; cerrando un acuerdo relacionado con las Barça Academy, según el gobierno del país asiático-, ha sellado varias alianzas a largo plazo que condicionarán la capacidad de maniobra de los próximos presidentes durante un par de décadas como mínimo.
Alianzas de cifras altas
Son alianzas estructurales, voluminosas, de grandes cifras, posiblemente bien negociadas. No hay razones para dudar de ello. Pero limitarán la autonomía de cuatro o cinco legislaturas, si el club no pierde su propiedad social por el camino.
Nike es la última de estas alianzas. Se extenderá hasta 2038, según se ha informado oficiosamente. Antes Laporta ató el club a los ‘naming rights’ de Spotify por un periodo estimado de 12 años, hasta 2034. El 25% de los derechos de televisión fueron vendidos al fondo de inversión Sixth Street por 25 años, hasta 2047, una de esas palancas activadas para poder fichar.
El contrato de hostelería y cátering en el nuevo Camp Nou con Aramark se alargará aparentemente hasta el 2050. Y luego está el ‘pack’ de financiación de la reforma del Estadi articulado por Goldman Sachs y JP Morgan y soportado por una veintena de inversores, cuyo último plazo de pago debería consumarse en 2047.
Por la naturaleza de algunos acuerdos, los plazos signados han tenido que ser a la fuerza de muchos años. Sería el caso de la estructura crediticia de las obras en el Camp Nou. En cambio, los ‘naming rights’ firmados con Spotify resultan a la postre de un alcance más bien corto, si se compara con la previsión que hacía la anterior junta directiva, que pensaba en una vinculación de al menos 20 años cuando planificaba la financiación del nuevo Estadi.
A la espera de la Asamblea
Del acuerdo con Nike solo se sabe lo que el club ha querido filtrar. Ha expuesto cifras muy respetables que mejoran, como no puede ser de otra forma, el que se firmó en 2016, como los 1.700 millones que puede llegar a cobrar el Barça en 14 años. Pero no se ha informado de momento qué tipo de cláusulas contiene, si tendrá algún efecto en BLM, negocio responsable de la gestión del merchandising que recuperó Josep Maria Bartomeu, o si intervino algún intermediario. Es de suponer que habrá más información en la asamblea extraordinaria que debe ratificar el nuevo contrato.
A Laporta le queda como gran operación sustentar la valoración de 408 millones de Barça Vision, conglomerado en el que se incrustó oportunamente Aramark con 25 millones, y cuyo negocio resulta aún un misterio. Los hay que lo califican de humo y los hay que pronostican un brillante rendimiento. Ahora mismo, cuestión de credos.
Pero nada condicionará más las cuentas del FC Barcelona del futuro, y la gobernabilidad de los presidentes posteriores, que la rentabilidad del nuevo Camp Nou. El cálculo estimado es de unos 350 millones de euros de ingresos anuales por la explotación a partir de 2026. Si no lo logra, en un club tan endeudado, nubarrones peligrosos. Y Goldman Sachs podría en ese caso intervenir en la dirección de la entidad. La recuperación del interés social por los partidos barcelonistas resulta perentorio.