Los ultras y el fútbol


El futbolista Koke conversa con radicales, algunos con camisetas del Frente Atlético, durante la interrupción del derbi madrileño por el lanzamiento de objetos al campo. / Bernat Armangue

2003 fue un año decisivo en relación a la presencia de grupos violentos en los estadios de fútbol. Al menos en lo que se refiere al FC Barcelona. Joan Laporta accedió a la presidencia y se propuso eliminar a los radicales de las gradas, algo que no fue fácil y que le supuso no pocas críticas e incluso conatos de agresión y amenazas. Desde entonces, los Boixos Nois, que hasta entonces habían gozado de una cierta cobertura institucional, dejaron de poder acceder a las instalaciones del club donde guardaban banderas y material diverso, y fueron erradicados del Gol Sur. Al menos en teoría y al menos en casa. Lo cierto es que su presencia se ha mantenido a lo largo de los años –especialmente en los desplazamientos– y que algunos de sus derivados, como los Casuals, acumulan un considerable historial de actos delictivos más allá de los estadios. Los Boixos Nois no han desaparecido ni han crecido –y no se han hecho presentes, por ejemplo, en Montjuïc–, pero los Mossos creen que su incidencia aumentará cuando el club se traslade al nuevo Camp Nou. 

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