Chinos, un montón de japoneses, un colegio, no se sabe de qué rincón de Estados Unidos, guiados por una pareja de profesores perdedores de Kamala Harris, que, seguro, no saben quién fue Diego Armando Maradona para el mundo entero, dos jóvenes con pintas de riquitos de Dubai, que tratan de no ser reconocidos (como ricos) en el corazón del Quartieri Spagnoli, de Nápoles, el altar que el club sureño levantó en honor del futbolista que les convirtió en centro del mundo entre 1987 y 1990 cuando convirtió al denostado sur de Italia frente al poderoso norte (Juventus, Milan, Inter, Torini, Fiorentina…) con la conquista de dos ‘scudettos’ (1987 y 1990), una Copa de Italia (1987), una Copa de la UEFA, sí, sí, una Copa de la UEFA (1989) y una Supercopa de Italia (1990), en los reyes de Italia. ¡Cómo no lo van a adorar de por vida!
Hace, ahora, exactamente cuatro años, que ‘D10S’, que el auténtico ‘D10S’ murió, solo, desolado, enfermo, maltratado, utilizado, abandonado, casi desahuciado, por los que decían ser sus familiares, sus amigos, sus médicos y cuidadores, en su casa de Bella Vista.
Y, desde hace cuatro años, Giovanni, de 13 años, que pasa cada día, camino de la escuela, por delante del mural dedicado a ‘Dieguito’, cuya cara está pintada, justo, justo, en una ventana de la pared, detiene su caminar en bicicleta, mira a la cara de ‘el Pelusa’, persigna y sigue su camino hacia el colegio. No quiere foto alguna. “Yo no vengo aquí para que me vean. Vengo porque adoro a Diego, como tantos otros napolitanos y buena gente del mundo, por todo lo que nos regaló”.
Aurelio De Laurentiis, dueño y presidente del Nápoles, vino ayer, acompañado de Antonio Conte, el entrenador, y Giovanni Di Lorenzo, el capitán, para rendir homenaje a Maradona en el cuarto aniversario de su muerte. Depositaron flores y un precioso almohadón azul con el nombre del Napoli. Conte se santiguó y De Laurentiis, sensiblemente emocionado, perdón, muy emocionado, solamente pudo decir “es imposible que todos nosotros, todos, el club, la ciudad, la afición, el fútbol en general podamos olvidar a Diego y todo lo que hizo por el club, la ciudad, el fútbol y todos nosotros”.
Y es que, como explica Beatriz, que ha venido desde Gijón para fotografiarse junto a su ídolo (“bueno, he venido de vacaciones, pero todo empieza por aquí”), “si buscamos una gesta fuera de lo común en el fútbol de los últimos 100 años, ésa es, sin duda, todo lo que hizo Maradona con el Nápoles. El resto de grandes futbolistas, todos, todos, consiguieron sus gestas, con sus clubs y selecciones, con equipos, plantillas y en ciudades impresionantes: Diego, el señor Maradona, lo hizo liderando una ciudad maltratada, un pueblo desheredado y un club tremendamente modesto”.
«Yo juego para vos, mamá», reza un cartel. «El Patrón de los sin nombre», está escrito bajo un retrato de Maradona. «Hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados a muerte. Estoy con los jubilados», reza un texto junto a una bandera argentina
Todo lo que rodea el mural de Maradona es puro homenaje. Sí, ya sé que no les descubro nada del otro mundo. En un rincón, se puede leer junto a otro retrato del ‘Pelusa’: “Yo juego para vos, mamá”. Un poquito más allá, debajo de un balcón, que se cae a trozos, hay una pancarta hecha añicos, pero perfectamente legible, que reza: “Diego, el patrón de los sin nombre”. Y, 20 metros más allá, en el frontis de la entrada de un comercio donde solo se venden recuerdos de Maradona, la pintada dice: “Juve Merda, sapete solo rubare”.
“Todo el mundo ha visto este rincón de Nápoles en fotos, en video, en películas, en televisión, en reportajes, pero si tú amas a Maradona, no ya si amas al Nápoles, tienes que venir aquí alguna vez en tu vida”, cuenta Samuel, un argentino que lleva dos décadas viviendo en Londres. “Es un viaje que siempre tienes pendiente y sabía que cuando estuviese aquí me emocionaría, casi tanto como cuando lo vi jugar, en directo, en más de una ocasión en varios campos de Europa”.
Todos los que están aquí, todos, han venido como una forma de peregrinar a un altar que, desde luego, no tiene nada de santuario. Si lo ves, en directo, dirías que es casi una chapuza en medio de un barrio tan popular como lo fue Diego y, tal vez, tan destartalado como fue la vida de ¡D10S’, sí.
“Tú le das vueltas a la vida de Maradona”, explica Massimo, que tiene un comercio de helados y golosinas frente al gran mural del ídolo mundial, “y llegas a la conclusión de que el mundo, todo el mundo, el del fútbol y el resto, la sociedad en general, los poderosos, los aprovechados, hasta los compañeros de profesión le hicieron tanto daño como se hizo a sí mismo”.
Efectivamente, cumplidos cuatro años, dolorosos, lamentables, desoladores, de la muerte, indigna, del futbolista que dejó boquiabierto al mundo entero, los comentarios sobre sus miserias y el maltrato recibido apagan, ahogan, casi borran sus proezas y filigranas futbolísticas que fueron inmensas, casi inigualables, por más que su compatriota Leo Messi le fuese a la faga.
Es verdad que, cuando te pasas dos horas frente al altar napolitano de Diego Armando Maradona, no oyes reproche alguno sobre cómo fue y qué desastre de vida protagonizó ‘D10S’. Para los peregrinos que acuden a venerar la maravillosa y realísima pintura, casi una preciosa foto, de Mario Filardi, un pintor de barro, de 23 años (entonces), que organizó una colecta para hacer ese enorme grafiti en dos noches y tres días, solo existe el Maradona futbolista, el que les hizo felices frente a los poderosos.
Cuatro años después de la muerte del ‘Pelusa’, Argentina aún está pendiente (11 de marzo de 2025) del juicio a ocho profesionales de la salud por su muerte, mientras los fieles de la ‘iglesia maradoniana’ siguen peregrinando al Quartieri Spagnoli, de Nápoles
Lo dice De Laurentiis y lo reafirma todo el mundo: el Diego futbolista es otra historia, única, preciosa, hasta que el Diego mundano le devoró. Y es a ese Diego al que los que decían ser amigos e, incluso, familiares dejaron morir sin piedad. La prueba es que nada se sabe de qué ocurrió, cómo y por qué falleció el ‘Pelusa’.
Sí, cierto, existe una autopsia, que deberíamos considerar fiable, que asegura que ‘D10S’ falleció víctima de “un edema agudo de pulmón secundario a una insuficiencia cardíaca crónica reagudizada». Los médicos dijeron, también, que el astro tenía una «miocardiopatía dilatada» en su corazón.
¿Y?, pues no se sabe nada. Bueno, sí, que en este cuarto aniversario de la muerte del ídolo mundial, su cuenta oficial de Instagram compartió un contundente mensaje, con una imagen de Maradona con la camiseta albiceleste: “Justicia”.
Y es que el gran juicio, en el que creen muy pocos, se llevará a cabo, dicen, el 11 de marzo de 2025 y en él, tres jueces, involucran a ocho profesionales de la salud acusados de «homicidio con dolo eventual», que podrían significar penas de entre 8 y 25 años de prisión.
Las ocho personas, según me cuenta Abel Gilbert, desde Buenos Aires, son: la psiquiatra Agustina Cosachov, el neurocirujano Luciano Leopoldo Luque, el psicólogo Carlos Ángel Díaz, Nancy Edith Forlini, Mariano Ariel Perroni, los enfermeros Diana Gisela Madrid, Ricardo Omar Almirón y el médico Pedro Pablo Di Spagna.
Se escribió tanto de aquel dolor, hubo tantas lágrimas, algunas muy mentirosas, que a los devotos de la ‘iglesia maradoniana’, con miles de millones de feligreses esparcidos por todo el mundo, hace tiempo que les da igual qué ocurrió y quiénes son los culpables.
El daño ya está hecho. Lo dice ese muro. Lo refleja ese retrato. Lo evidencia tanta veneración. Auténtica. Sincera. Mundial. Estremecedora, créanme. Y, cuando doblas la primera esquina al abandonar el altar de Diego, te tropiezas con una bandera argentina y un retrato de ÉL, que reza: “Hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados a muerte. Estoy con los jubilados”.