Hay un gesto que define a Bea Ortiz. Antes de comenzar su entrevista con EL PERIÓDICO junto a la piscina exterior del Club Natació Sabadell, pregunta si debe sacar la medalla de oro olímpica ganada en París. Al ver cómo este periodista y el fotógrafo Jordi Cotrina no se la reclaman, amplía aún más su sonría, segura de que ella es mucho más que un éxito deportivo, aunque sea el más preciado. De 29 años y nacida en Rubí, no hay ahora mejor jugadora de waterpolo en el mundo que ella. Pero el agua, además de gloria, le trajo sufrimiento. En un futuro, sueña con disfrutar la vida de otra manera.
Hábleme de sus padres.
Son mi mayor apoyo. Soy la mediana de tres hermanos, y mis padres se han dedicado durante muchos años a llevarnos para arriba y para abajo. Yo hacía waterpolo, natación y gimnasia; mis hermanos, waterpolo y natación. Imagine la cantidad de competiciones, partidos y viajes que tuvieron que hacer mis padres. Hacia arriba, hacia abajo… Han sacrificado muchas cosas para que nosotros seamos felices. Para que podamos llegar donde siempre hemos querido. Para conseguir lo que nos hemos propuesto.
¿Y cómo les devuelve ese sacrificio?
Pues agradeciéndoles todo lo que han hecho por nosotros, pero también demostrando que, al final, todo lo que hemos conseguido también es gracias a ellos. Y que el trabajo que han tenido que hacer se ha visto reflejado también en los resultados. No solo a nivel deportivo. En todo lo demás: que mis hermanos hayan tenido una carrera universitaria, que yo también haya podido tenerla [Comunicación Audiovisual], que hayamos podido trabajar desde bien jóvenes, que nos hayan ayudado a sacarnos las castañas del fuego y a aprender a vivir nuestra vida y llevarla de la mejor manera posible.
¿Se ha quedado con algún consejo?
Sí que recuerdo uno de mi madre: me decía que disfrutara de todo lo que hiciese. Que daba igual lo que hiciese, pero que siempre lo disfrutase.
¿Y eso ha sido siempre así?
Sí… A veces ha costado, sobre todo en los últimos años. En el deporte de alto nivel es complicado a veces, pero creo que la mayor parte del tiempo lo he conseguido.
Las personas que son muy emocionales pueden tener picos muy altos de felicidad, pero también se puede dar la circunstancia contraria, que haya picos que sean de oscuridad. ¿Eso le ha pasado alguna vez?
Sí, pero no creo que haya sido por el simple hecho de ser más o menos risueña. Yo creo que lo que ha afectado en mí hasta ese punto ha sido mi carácter. Soy una persona muy emocional, muy risueña, me gusta pasármelo bien siempre que puedo. Pero también tengo mucho carácter. Y mi carácter, igual que me ayuda en muchos momentos, también me pasa factura. Me puede hacer entrar en un bucle complicado de salir.
¿De qué manera?
Que no me deje ver la otra visión de las cosas. Que entre en la cabezonería y en el enfado y me cueste salir de ahí. Que me afecte luego a la hora de jugar, de llegar a mi casa y poder estar bien con mis padres o con mi familia. Y no pagarlo con ellos.
¿Y eso cómo lo ha trabajado?
Con psicólogo.
¿Sigue manteniendo la terapia?
De vez en cuando.
El pasado verano ganó un oro olímpico. Es una de las grandes cumbres a las que aspira un deportista. ¿Qué supuso más allá del éxito deportivo, que es evidente?
Supongo que fue un sueño. Ya no solo por el hecho de conquistar el oro, sino por haberlo ganado cerca de casa. Yo gané ese oro con mi madre, con mi padre, con mis dos hermanos, con mi cuñada, con mi tía, con mi mejor amiga, con los amigos, con mi pareja, con mis compañeras, con toda la gente que quiero. Poder ganar ese oro y, nada más salir de la piscina, tener a toda esa gente a mi lado, creo que fue… [se le ilumina la mirada]. Eso valía más que el oro en sí.
¿Cree que su vida ha cambiado?
No [muy rotunda]. La verdad es que no.
¿Le gustaría que hubiera cambiado?
Sinceramente, creo que no. Tiene que ser un ‘impasse’ en el deporte español y en nuestras vidas. Conseguirlo es un sueño que todo el mundo quiere, que todo deportista quiere, pero no creo que sea algo que deba hacerte cambiar como persona o como deportista. Es algo por lo que trabajas, y después tú decides si quieres seguir o no quieres seguir con ese deporte. Pero no creo que sea algo que te tenga que hacer cambiar, que te tenga que hacer decidir otras cosas.
¿Pero a nivel profesional cree que podría haber cambiado algo?
A nivel profesional creo que puede cambiar el hecho de que la gente empiece a darse cuenta de lo que ha hecho el waterpolo femenino español, de los años que lleva y de la importancia que tiene el darnos un poco de voz. Llevamos muchos años luchando y demostrando al mundo, y a España, que nos merecemos ese hueco en los medios de comunicación, en la voz de las personas, en un canal en la tele, o que haya tiempo para poder ver un partido nuestro.
¿Se ha llegado a sentir frustrada por esa invisibilidad?
Al final, ya no es frustración, sino tristeza. El no saber qué es lo que más tienes que hacer para conseguirlo.
Pero ya han hecho todo.
Hemos llegado a lo más alto. Espero que la gente ahora empiece a recapacitar.
Después de ganar un oro olímpico, ¿ha recibido más propuestas de patrocinadores?
Pocas, la verdad. Sí que hago una entrevista, algunas fotos, algunas cosas… Aunque eso seguramente pase a la historia. Los patrocinadores, a día de hoy… Sí que es verdad que alguno empieza a interesarse con ayuda de gente que te quiera ayudar para encontrar esos patrocinios. Pero es complicado que la gente quiera patrocinar un deporte de equipo.
Pero también está la marca individual de cada una.
Sí, pero parece que eso les cuesta verlo.
En ese sentido, ¿considera que merecería otro trato?
Creo que podríamos tener otro trato, sí, a nivel de los patrocinadores.
¿Se puede saber cuántos tiene ahora que le promocionen?
Ahora, ninguno. O sea que, si hay uno, ya seríamos.
No deja de ser chocante. Oro olímpico, posiblemente la mejor jugadora del mundo y que no tenga un patrocinador personal.
Somos muchas las que hemos luchado por esto. Creo que, tanto mis compañeras como yo, hemos luchado para poder demostrar, no solo al mundo, sino también a las marcas, a los patrocinadores, a los medios, a todos, que de verdad nos merecemos esto. No sé si podemos hacer más. Hemos hecho demasiado. Si de verdad las marcas quieren venir a ayudarnos, estaremos encantadas. Pero creo que hemos hecho mucho ya para tener que estar detrás de todos ellos.
Hábleme de su último año. Europeo, Mundial, Juegos Olímpicos… ¿El cuerpo duele?
Sí, el cuerpo sufre. Y la mente más.
El cuerpo, posiblemente, con fisioterapia y trabajo mejore…
El cuerpo aguanta más de lo que aguanta la mente, seguramente. Y mi cuerpo ha aguantado mucho más de lo que ha podido aguantar mi mente. Al final aguanté muy bien la preparación de diciembre, aguanté muy bien el Europeo de enero, aguanté muy bien el Mundial de febrero, pero… Uf. En mayo, mi cuerpo quería seguir, pero mi mente no tenía claro si iba a poder. Estaba bastante bloqueada, había sido un año muy complicado. Y aún quedaba lo más importante, que eran los Juegos Olímpicos. Hice mucho trabajo personal. Y sobre todo hice trabajo con mi psicóloga, que me ayudó mucho a poder encontrarme y a ver qué es lo que realmente quería, cómo tenía que gestionarlo todo, tanto dentro como fuera del agua. Fue un trabajo muy bonito. Aprendí muchas cosas, ya no solo mías, sino muchas cosas de dentro del equipo. Aprendí a disfrutar los momentos de sufrimiento, de dolor, de no poder más, de que tu cuerpo ya no tire, y aun así hacerlo. El equipo se unió de una manera que es complicado de explicar si no has estado ahí dentro. Pero fue muy bonito. Muy duro, pero muy bonito.
Son compañeras de equipo, pero está con ellas más que con su familia. Va mucho más allá.
Es que no solo es el hecho de irte a competir 24 días a los Juegos Olímpicos, que pasas 24/7 con ellas. Sino que antes vienes de pasar 15 días en Sierra Nevada, siete días en Rotterdam, 18 días en un Europeo, 20 días en un Mundial y tres semanas en diciembre para una preparación. Y los días que pasamos en el CAR.
El agua no deja de ser su hábitat natural. ¿Puede llegar el momento en que la rechace, en que la odie?
Sí. Cada vez te cuesta más tirarte.
¿Se va superando también?
Sí, se trabaja. Todo requiere un trabajo. La exigencia es muy grande. Y estar así tanto tiempo, tantas horas, todo un año entero… Es imposible estar en el mismo nivel siempre, mental y físico. Y hay un momento en que tu cuerpo ya dice que no se quiere tirar más al agua. Es que no quiero tirarme. No puedo tirarme más. Mis amigas me decían: ‘Pero si tienes una piscina en tu casa, ¿no te vas a la piscina cuando tienes libre?’. ¡No! ¡No quiero mojarme, no quiero ir a la playa, no quiero ir a la piscina a tomar el sol! Lo que quiero es ponerme un pantalón corto y una camiseta e irme a pasear, o quedarme en el sofá, irme con mis amigos, con mi familia… Nada que tenga que ver con una piscina.
¿Y ahora cuál es su momento?
Ahora estoy muy tranquila. Intento disfrutar del día a día. Creo que mis objetivos han cambiado. No quiero que suene mal, pero no pasan por ganar todo lo que pueda. Obviamente soy muy competitiva y no me gusta perder ni al parchís. Esto es así. Y el día que juego, me tiro al agua y salgo a ganar. Pero mi objetivo ahora es disfrutar y estar tranquila.
¿Cuántos años se ve así, con ese tipo de vida errante, de entrenamientos diarios, de concentraciones…?
La verdad que no lo sé, no lo sé. Sí que es cierto que hace un par de años decía: ‘Bueno, pues en dos o tres años ya empezaré a buscarme la vida, que al final la vida sigue después del deporte’. Pero creo que tras este oro, después de todo lo vivido, he aprendido a ir paso a paso. A vivir el aquí y el ahora. Con el tiempo ya iré viendo qué es lo que me pide mi cuerpo, qué es lo que me pide mi mente y qué es lo que me pide la vida.
Y tiene una doble salida profesional, ¿no?
Sí. Tengo una y media, la otra está en proceso todavía. ¡Pero sí! Lo que tengo claro, aunque nunca digas nunca, es que no me quiero dedicar a nada que esté relacionado con el waterpolo. Igual en unos años la cosa cambia y me como mis palabras. Pero he pasado toda mi vida formándome. Me gustaría trabajar en algo relacionado con el cine, en algo que no tenga nada que ver con el waterpolo. Creo que he dedicado tantas horas y tanta vida a este deporte… Le debo muchísimo y se lo agradeceré siempre, pero creo que el día que llegue el momento de retirarme me gustaría disfrutar de la vida de otra manera.
¿Cree que se les prepara para esa vida que hay después del deporte?
No, creo que no nos preparan suficiente. Sí que es verdad que tengo la suerte de tener amigas y compañeras que ahora mismo son exjugadoras, tienen un trabajo fuera del waterpolo, son madres, tienen una vida diferente… Y poco a poco ellas nos introducen un poco. Nos explican: ‘Bea, es otro mundo, es otra cosa distinta, ya la encontrarás, ya te llegará. No tengas prisa, tu cuerpo, tu vida te avisará cuando llegue’.
«Ya te llegará». Pero claro, eso es territorio desconocido.
Sí, sí. ¿El problema cuál es? Llevo toda la vida estudiando. Estoy en mi segundo máster, tengo una carrera, pero ¿cuánta experiencia tengo? Tengo un máster en dirección y producción cinematográfica, una rama en la que me encantaría trabajar, pero es un mundo muy complicado. Y estoy con otro máster en dirección y comunicación. También es un mundo que me gusta, aunque diferente al del cine, pero con el que intento también crear un futuro. Pero, ¿cuánta experiencia tengo? Tengo 29 años, vivo en el deporte de alto nivel, y tengo cero experiencia. El día que tenga que encontrar un trabajo me va a dar miedo.
¿Cuénteme un sueño?
¿Un sueño? [sonríe y se toma su viento mientras suspira]. Es complicada la pregunta. Me gustaría retirarme habiendo conseguido todo lo que me haya propuesto a nivel deportivo en mi vida. Todavía no lo he conseguido.