«Cuando mi madre vio cómo me había quedado la cara después de mi primer combate en KOTS, me pegó el toque. A ella le gusta verme pelear, no le da miedo. Pero cuando llegué de Suecia con la cara destrozada, se preocupó».
Lo revela Abner Lloveras Hernández (Barcelona, 1982), una leyenda de los deportes de contacto de nuestro país. Un hombre que ha peleado en UFC, en Bellator, en M1 Global y en todas las competiciones de artes marciales mixtas de renombre que se puedan imaginar. Pero el año pasado, habiendo superado ya la psicológica barrera de los 40 años de edad, decidió dar un paso más. Para muchos, el último paso.
Se trata de King of Streets (KOTS). El rey de las calles. Una especie de competición clandestina creada en Goteborg (Suecia) que se ha convertido en el referente de los luchadores más feroces del mundo. El motivo es que no hay reglas. Todo vale. Está permitido meter los dedos en los ojos del rival, tirar arena (cuando la pelea se disputa en ese tipo de firme), patear la cabeza del adversario cuando está en el suelo o cualquier otra treta que se les ocurra. El formato preferido de los ultras de fútbol.
Tras su última pelea, que acabó en victoria, Abner Lloveras, apodado Skullman (Hombre Calavera) se ha convertido en el peleador español con más apariciones en KOTS, con un total de tres combates. Una gesta heróica, si tenemos en cuenta que la mayoría no repite. De hecho, dada su peligrosidad, algunos de estos combatientes no vuelven a disputar peleas de ningún tipo tras pasar por ahí y se llevan secuelas de por vida. Sin ir más lejos, otro español de nombre Álex (apodado Samurai) ha perdido la visión en un ojo y lleva ya dos operaciones tras su pelea contra el valenciano Luis Picó ‘El Elegido’.
Récord
«Hay otros dos luchadores que han peleado en cinco ocasiones en KOTS, pero son de de otros países. De aquí sí que soy el que más participaciones lleva», le cuenta a este diario en conversación telefónica Lloveras, que aunque es el español con más apariciones en Kings of Streets, insiste en que él es «catalán y represento con orgullo a Cataluña». Este peleador es entrenador de adultos y niños en su gimnasio barcelonés de Rambla Prim. También ha sido comentarista de deportes de contacto en televisión. Pero cuando descubrió KOTS, todo cambió.
«Una vez que has peleado en KOTS, te das cuenta de que los otros combates de MMA no te aportan la misma emoción ni la misma adrenalina que esto», resume Lloveras, que ostenta una marca de dos victorias y una derrota en su debut. Pero qué derrota: su enfrentamiento contra el neerlandés Brian Hooi (un ultra del Feyenoord) ya es historia de KOTS por haber sido la pelea más larga de su historia y la más vista en Youtube, con casi 2 millones y medio de visualizaciones. Más de 20 minutos de golpes que no le sirvieron para ganar la disputa, pero sí el respeto del resto de luchadores. Aquí se la dejamos.
«Ahora, cuando voy a KOTS a pelear, salen a recibirme, me saludan, me recuerdan aquel combate. Desde la misma organización mencionan siempre con mucha emoción y respeto aquella pelea». Unos inicios, sin embargo, que no fueron sencillos. «Entré en contacto con KOTS porque a veces voy a ver partidos del Sant Andreu. Y unos miembros de Desperdicis (los ultras de ese club barcelonés) me hablaron de estas peleas y me dijeron que pagaban 15 mil euros por combate».
La leyenda del dinero
Lloveras se puso en contacto con la organización, pero la primera toma de contacto no fue positiva: «No pagan 15.000 ni de lejos, es mucho menos. Pero es que a muchos ni les pagan. A los que pierden no les dan nada. Y yo soy profesional desde hace mucho tiempo y estoy acostumbrado a que me paguen por pelear, como es normal», señala Lloveras.
Pero finalmente, tras las tensiones iniciales, decidió embarcarse. Se plantó en Göteborg, donde le esperaban unos encapuchados, miembros de la organización. Es parte de ese aire clandestino que destila KOTS. Los combates no están abiertos al público en general (sólo se pueden seguir previo pago por streaming) y se disputan en lugares escondidos para evitar las miradas indiscretas de la policía. «De hecho, yo llevé a dos acompañantes y a uno de ellos no le dejaban entrar porque decían que sólo podía llevar a una persona».
A Lloveras le tocaba pelear con un tipo que acabó entrando en la cárcel poco antes del combate, por lo que su emparejamiento defiitivo fue con Brian Hooi. Ambos contendientes brindaron esa pelea de más de 20 minutos que aún se recuerda entre los habituales, que motivó que la organización contase con Lloveras para eventos futuros, y que su madre se asustase por primera vez al ver en qué estado había quedado su cara.
Matador
El futuro llegó en Madrid, porque de vez en cuando también se organiza este evento fuera de territorio sueco. Una edición de KOTS llamada Matador (porque cada edición tiene un nombre) que pasó a la historia por ser la primera que se disputó en una plaza de toros, en un cortijo cerca de Aranjuez. «Un escenario espectacular. Quizás lo único que faltó fue más público, pero los que estaban ya hacían bastante ruido», recuerda ahora Abner.
En aquella ocasión le tocó pelear contra un esloveno llamado Zelva, «más bajo que yo pero más pesado». Lloveras lo derrotó, anotándose su primera victoria en este torneo. El otro combate estelar de la velada lo protagonizaron los españoles Luis Picó y Álex Samurai. A pesar de que este último casi pierde el ojo, tras el combate felicitó a su rival con una frase que ya queda para la historia del campeonato: «Ojalá cumplas tu sueño y compres la casa a tu madre».
«Sí, también hay nobleza aquí tras los combates. Lo más duro por decirlo de alguna manera son los días previos. En esta última pelea, mi tercera participación, me tocó contra un polaco. Y cada vez que me cruzaba con él o con alguno de su equipo los dos días anteriores, me miraban tratando de intimidarme, como si me quisieran matar», recuerda.
Warcry
El rival polaco se llamaba Ufol, también era «más bajo y pesado que yo» y de nada le sirvió la intimidación de los días previos. Abner Lloveras lo derrotó en la edición bautizada como Warcry (grito de guerra). Esta vez se volvió a disputar en Suecia y sobre cemento, «una superficie muy complicada para pelear», confiesa Lloveras. Pero esta vez consiguió quitarse la espinita.
¿Volverá Lloveras a KOTS? Probablemente, aunque ya adelanta que «mi hija tiene 9 años y no quiere que vaya. No le gusta, le da miedo», explica. Pero también insiste en que «cuando pasas por KOTS, el resto de combates ya no te aportan la misma emoción». No obstante, recomienda a los intrépidos que quieran apuntarse a pelear a uno de estos combates «que se lo piensen mucho. Que vayan con cuidado. Esto no es un combate de MMA de los que ves por la tele. No es ni un deporte como tal. Es una pelea sin reglas y te juegas la vida. En el último combate, mi rival me pegó un codazo con toda la mala fe en la columna que me provocó hasta escalofríos. KOTS no es un juego y puede pasar de todo».