A su estela, cuatro Juegos consecutivos, de Londres 2012 a París 2024, y una medalla de oro que la ha elevado a los altares del deporte español. A su frente, un mar infinito de posibilidades en la vela profesional.
-“Seguramente sean mis últimos Juegos”, ya anticipaba usted antes de acudir a París. Lo ha hecho oficial ahora. ¿Necesitaba este último periodo de reflexión?
-Era una decisión que el cuerpo y la cabeza ya me estaban pidiendo. Hablando con la prensa en esa época, ya se iba anunciando. Parecía que me inclinaba hacia una retirada del mundo olímpico. Pero al final, cuando tomas una decisión importante en tu vida, necesitas tiempo para reflexionar. El descanso me ha permitido también publicarlo de una manera más personal, a través de las redes sociales. He podido así también informar a los compañeros y adversarios que he encontrado a lo largo de mi carrera. Digo adiós a las campañas olímpicas para focalizarme en otras cosas. Me gusta ser una persona que toma las decisiones con calma, igual que en su momento hice para volver.
-Ha podido comprobar usted en estas horas lo querida, admirada y respetada que es.
-La respuesta en general ha sido increíble. Las redes sociales tienen muchas cosas, pero una buena es que te permiten conectar con las personas. Hasta cierta punto es un lugar donde la gente puede expresarse y dejar patente su cariño. Ha habido mucha reacción y para mí ha sido increíble ver cómo el punto común de todos los mensajes era el respeto y la admiración por mi carrera deportiva, pero sobre todo por cómo soy como persona. Para mí, el gran triunfo es poder haber servido en alguna ocasión, en el pasado, ahora o en el futuro, como fuente de inspiración para que alguien pueda conseguir sus objetivos y de una manera oportuna, con valores. Sentir el respeto es muy gratificante. Es de las cosas más difíciles de conseguir. Uno no nace con ese respeto, se lo tiene que trabajar.
-Ninguna trayectoria obedece a un guion perfecto pero la imagen del último capítulo olímpico, como abanderada española sobre las aguas del Sena, se aproxima al final ideal.
-Ha sido un regalo, aparte de estar en unos Juegos por cuarta vez consecutiva y luchar por la medalla. Fue algo que no me esperaba ni me lo hubiese imaginado. En los otros Juegos fui yo detrás del abanderado, sintiendo que era un referente para todo el equipo, y me tocó a mí. Con el tiempo das mucho más valor a lo que has vivido. Creo que es algo único y me permite valorar los resultados que hemos conseguido. A veces solo nos centramos en el presente o en lo que queremos conseguir en el futuro. Nos olvidamos de que hemos dejado una trayectoria marcada. El pasado también cuenta. Pero los deportistas somos así. Nuestra vida consiste en luchar por unos objetivos.
-Es cierto que su etapa olímpica comienza con el oro en Londres. Y eso ha podido generar cierta frustración, por ejemplo, con los cuartos puestos de Río o Tokio. Usted también ha tenido que aprender a valorar esos logros.
-El tiempo relativiza todo. No todos pueden decir que han llegado a cuatro Juegos con opciones reales de medalla. Y encima, en dos modalidades –Elliott 6m y 49er FX– y con tres equipos diferentes –Pumariega y Toro, Betanzos y Barceló–. La gente no imagina cómo es, en un deporte tan exigente, empezar de cero cada tres años y con el punto de mira en un nivel competitivo. Un cuarto es un diploma, un gran puesto. Pero al llegar a los Juegos, tu objetivo es la medalla y si no la consigues, estamos frustrados, doloridos. Hay que respetar ese duelo que luego te permite seguir luchando. Lo que hacemos nos importa. Es verdad que ya fuera, con tiempo, hay que valorar el hecho de estar en unos Juegos. Es el escenario mundial del deporte y no todo el mundo tiene acceso. He decidido que era hora de cerrar una trayectoria bastante digna de admirar.
-Usted seguirá compitiendo, aunque sea en otras modalidades. Pero es un cambio radical a los 40 años. ¿Siente vértigo?
-No nos vamos a engañar; vivo en una balsa de incertidumbre. Durante 20 años he estado haciendo un tipo de vida que ahora, aunque existan similitudes, va a cambiar radicalmente. Ese proceso de aceptación lleva su tiempo. Aún estoy en él. Pero para mí, independientemente de mi edad, también es desafiante y motivante volver a reinventarme de la forma que sea y sobre todo de la forma que yo elija. No lo tengo todo cerrado ni controlado. Para empezar, necesito saber exactamente a dónde quiero dirigirme. Es parte de lo que me toca en esta adaptación. Y lo estoy viviendo con calma, siendo consciente de que es un trámite que necesitará su trabajo. Nosotros nos tenemos que adaptar continuamente. Y ha sido una decisión mía; un paso que en algún momento había que dar. Este era el momento oportuno. Seguramente en un año ya estaré muy liada y no tendré ni tiempo para decir si llevo bien el cambio o no.
-Sea cuál sea el proyecto, tendrá menos repercusión a nivel popular, seguramente. Y también menos exigencia a nivel de viajes, sacrificios, relaciones personales… Podrá dosificarse mejor.
-Sin lugar a dudas. Durante todos estos años le he dedicado menos tiempo a mi vida personal que a mi vida profesional. Y ahora algo tiene que cambiar. Tengo que encontrar un balance vital, que es muy importante. Por eso me río cuando me preguntan cuál es ahora mi proyecto. Mi proyecto ahora soy yo. Y lo estoy disfrutando mucho. Claro que en el futuro tendrán que venir otros. En mi caso, mis campañas olímpicas eran de estrés. Empezaban de cero cada tres años, aunque tuviese experiencia y conocimientos para hacerlo cada vez de manera más eficiente. Luego me lie por el medio y decidí hacer una Vuelta al Mundo, cambiando completamente de registro, para volver después a la campaña olímpica. La exigencia implicaba dedicar el tiempo de descanso a entrenar porque mis adversarias me llevaban mucha ventaja, que en algún momento había que recortar. Los días de descanso que he tenido hasta ahora en mi vida profesional han sido mínimos. El desgaste emocional y el cansancio psicológico se notan cuando decides parar. Por eso una de mis prioridades a partir de ahora será conseguir tener proyectos que también me permitan seguir desarrollando mi vida personal.
-Entre la vela olímpica y la oceánica se incluyen todas las opciones. “No es una despedida del mundo olímpico, es un hasta luego”, ha escrito en su despedida. ¿También se plantea entrenar?
-No tengo una idea clara. Hasta cierto punto me gustaría hacer cosas diferentes en el deporte de alto rendimiento. Sería una tontería decir adiós al mundo olímpico y no intentar seguir conectada de una forma diferente. Tengo tanta experiencia que seguro que disfrutaría mucho dejándola patente en algún equipo. Si me preguntas ahora si mi cabeza me pide ser entrenadora, ya te digo yo que no. Pero he trabajado muy duro y podría ayudar a brillar en las campañas olímpicas desde otro punto de vista. También está en mi lista la vela oceánica, por supuesto, y la vela profesional de otro tipo. Lo que me interesa, sobre todo, y lo que me pide el cuerpo es introducirme en mundos en los que pueda seguir aprendiendo y trabajando con gente diferente.
-En la vela olímpica existe igualdad entre sexos. Pero usted ya fue pionera, la primera española, en una Ocean Race. Y en circuitos como los Swan o TP52, la presencia femenina sigue siendo escasa. Quedan barreras que romper.
-Sí que quedan. La vela femenina se va haciendo sitio a pasos agigantados dentro del mundo profesional, pero hay que seguir. Claramente es uno de los retos que también está en mi cabeza. Seguramente, en función de lo que me proponga, será duro o arduo o un poco más fácil. Hay que darse cuenta de que en ciertos circuitos a lo mejor tengo experiencia, pero me faltan más conocimientos específicos. Si estoy dispuesta a pelear por un reto independientemente de las barreras que haya, trabajaré por él. Es lo que he hecho toda mi vida. Lo bueno es que existen posibilidades en ese mundo profesional y me gustaría formar parte de él de alguna forma.