Después de estar al pie del cañón desde 2010, Miguel ‘Miki’ Oca (Madrid, 1970), campeón olímpico como técnico y como jugador, dejará de ser el responsable de la selección española de waterpolo femenino a finales del año, equipo al que ha llevado a lo más alto.
Es el adiós del técnico tranquilo, del tipo al que cuesta ver en las fotos de las celebraciones, el punto y final del «entrenador normal», como gustaba que le calificaran, pero que no lo era, porque su trayectoria ha sido extraordinaria.
Desde que se hizo cargo del equipo en 2010, Oca y su equipo se han colgado 14 medallas en grandes competiciones. Nada se les ha resistido -Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos-, en una demostración de crecimiento continuo para un deporte con una base tan pequeña (1.208 jugadoras federadas) como exquisita.
Y el triunfo de Oca también lo es de Rafael Aguilar, el director técnico de la Federación Española de Natación, quien lo ha apoyado desde el primer momento, quien vio en el madrileño al timón que debía dirigir el proyecto. Y no se equivocó.
Lo eligió después de un sexto puesto en el Europeo de Zagreb (2010), sobre ocho equipos, y de tocar fondo en el Mundial de Shanghai en 2011 (China) con un undécimo puesto, la hoja de ruta cambió y una frase de Joan Jané, predecesor de Oca en el cargo, resume la decisión.
«Hay que tener paciencia con Miki (Oca), quien le ha nombrado ha tenido un gran acierto. Miki (Oca) está haciendo un gran trabajo y hay que confiar en él», dijo entonces.
Un referente
Oca fue el elegido para dirigir el proyecto de la selección femenina porque se estaba buscando a un referente, alguien que conociera el alto rendimiento, a pesar de que él, que fue oro en Atlanta 1996 con el ‘Dream Team’ español, había aparcado el waterpolo durante un tiempo para dedicarse a otras cosas.
«Buscábamos alguien con discurso técnico y táctico, que supiera cómo funcionan los grandes equipos, el alto rendimiento y que pudiera trasladar el trabajo de los conjuntos masculinos a la selección femenina», cuentan a EFE desde la Federación Española de Natación (RFEN).
Y el acierto fue pleno, aunque los resultados no llegaron con el primer equipo, sino con el júnior. Con la base trabajaba, y sigue trabajando, Jordi Valls, un experto en tecnificación y en detección de talento. Él fue el ayudante de Oca en el Mundial Junior de Trieste (2011), donde un grupo de jóvenes jugadoras se llevaron el oro.
El Mundial de Barcelona
De tener a dos entrenadores (Oca y Claudio Camarena), se pasó a tener un tercero (Valls). La plata de los Juegos de Londres 2012, con el previo paso por un preolímpico, sorprendió a todos. Las jóvenes estaban preparadas, pero había muchos detalles por pulir.
Y la evolución tras aquel inesperado éxito fue imparable. A año siguiente, en 2013, España ganó el Mundial en Barcelona y en 2014, el oro en el Europeo de Budapest.
Y a base de diferentes evoluciones, más entrenadores, más recursos, con la contratación de especialistas en fuerza y en técnica individual, con estadías con las mejores selecciones y la integración de un ‘coach’ mental y de una analista de vídeo, Oca fue reinventándose.
Y el culmen llegó este verano, en París, con el soñado oro que ponía colofón a una carrera. Aguilar sabía que paradójicamente ese oro alejaba a Miki Oca del equipo, lo conoce bien en todos estos años y sabía que si el madrileño conseguía su oro como seleccionador, ya no tendría muchos más objetivos por cumplir.
Oca, el técnico tranquilo, el que se maneja con tanta naturalidad y sin presión al borde de la piscina, volverá a desconectar su teléfono como siempre y regresará al anonimato, lo que más le gusta.
Para el recuerdo quedará su trayectoria y el récord de ser de los pocos, sino es el único deportista español, que se ha enfundado dos medallas de oro olímpicas, una como deportista, otra como entrenador, en deportes colectivos.
Es el triunfo de lo extraordinario, como lo es su trayectoria: siete medallas como jugador; 14 como seleccionador.