Ni el tenis se libra


Novak Djokovic rompe su raqueta durante una eliminatoria de la Copa Davis contra el tenista francés Gael Monfils, en el Belgrado Arena (Serbia), el 5 de diciembre de 2010 / EFE

Desde los tiempos de John McEnroe no veíamos a tanto tenista enfurecido. En tiempos en que el norteamericano rivalizaba con su compatriota Jimmy Connors, el sueco Björn Borg o el checo Ivan Lendl, McEnroe poseía la exclusiva del cabreo desaforado, de los desplantes al juez de pista en discusiones interminables en tiempos anteriores al ojo de halcón, el mango de las raquetas convertido en bomba de racimo hasta ‘decorar’ la tierra batida con una alfombra de astillas. Se metió tanto en el personaje que al final resultaba difícil reconocer dónde acababa el tenista y dónde comenzaba el showman. Demasiada testosterona para un deporte en el que no existe el contacto directo entre contendientes.

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