En el Baldiri Aleu se respira tradición. Entrar por las puertas de las instalaciones de la U.E. Santboiana tiene algo de místico, te transporta a lo que parece otra época. Los niños corretean mientras sus padres ocupan los asientos del bar. Todos se conocen. El club, con 103 años de historia, el más antiguo de España, puso la semilla del rugby en Cataluña. Los tiempos han cambiado, el deporte ha evolucionado y, con ello, la entidad ha ido tenido que ir adaptándose. Han mutado muchas cosas, pero el sentimiento de pertenencia y el amor por una familia creada alrededor de la pelota no se ha inmutado. Esa es la esencia, al fin y al cabo, de un deporte que está más alejado de lo que querría de las masas. «Es muy bonito que 15 gañanes consigan llevar un balón al otro lado haciendo pases hacia atrás; engancha un poco«, confiesa Joan López ‘Lofo’, jugador del sénior masculino. Algo tan simple, pero a la vez tan grande.
Esa adrenalina es la que une a los más de 800 socios que tiene la entidad referente a nivel catalán de rugby. «El rugby lo fundó Baldiri Aleu Torres. Cuando tenía unos 20 años se fue a terminar Veterinaria a la universidad de Toulouse. Era un trabajo muy importante en el Baix Llobregat, porque la población usaba el ganado cada día. Sant Boi era un pueblo de agricultores y ganaderos con 10.000 habitantes. Cuando volvió de estudiar fuera, estaba entusiasmado. Por allí practicó todo tipo de deportes», relata Josep Lluís Sirvent, expresidente, exentrenador y exjugador del club. Él es uno de los encargados de mantener viva la memoria histórica de un club centenario que instauró este deporte en territorio español. «Cuando volvió a Sant Boi les explicaba a sus compañeros lo divertido que era el rugby. Por esos tiempos se jugó un partido de exhibición en el antiguo campo del RCD Espanyol entre el Narbona y el USAP de Perpiñán para recoger dinero para los heridos en la Primera Guerra Mundial. Fueron a ver el partido y es cuando Baldiri Aleu publicó una carta en los periódicos donde manifestaba su intención de crear un club para la práctica del rugby», añade.
A partir de ese momento, la Santboiana empezó a crecer en una población que tenía poco más de 10.000 habitantes por el 1921. «El rugby ya es un deporte que hace mucha piña, en un pueblo pequeño y donde todos eran más o menos del mismo oficio, y ese es el motivo base por el cual la Santboiana es un club familiar«, afirma Sirvent mientras contempla los cientos de trofeos que acoge la sala de reuniones de la entidad. «El rugby apareció en el área metropolitana de Barcelona. Nació en Sant Boi. Primero fue la Santboiana, luego el Cornellà y años más tarde el Hospitalet. Ahora, tenemos muchos más clubes en el área metropolitana, aunque no todos ellos sean tan multitudinarios como nosotros. Económicamente, es un deporte que no está apoyado por nadie. Vivimos de las pequeñas subvenciones que podemos tener y, sobre todo del esfuerzo humano del socio y del voluntariado«, cuenta Aurora Bravo, presidenta UE Santboiana. «Somos especialistas en administrar la miseria«, secunda Sirvent.
Sustentado por voluntarios
Rodeados de trofeos, rememoran viejos tiempos y, tras ellos, una gran cristalera deja ver el centro de todo: el campo. Ese césped donde antes había un solo foco y todos debían entrenar apelotonados bajo la luz ahora presenta una modernización obvia. «En la escuela de rugby, que tiene más de 50 años, cada día hay más niños. A día de hoy tenemos unos 130 entre niños y niñas, y cada día hay más niñas», cuenta la presidenta. «El rugby es un deporte muy formativo. Para jugarlo debes de tener mucho control. Al ser un deporte que tiene mucho contacto, si no te controlas, terminarías a hostias cada partido», remarca Josep Lluís Sirvent.
«Toda esta estructura se mantiene gracias a los voluntarios». Personas que sienten propios unos colores y dedicen dedicar su tiempo y esfuerzos a echar una mano donde haga falta. «Cuando juegas a rugby lo quieres mucho. Son muchas cosas las que haces, las horas que le dedicas porque sí. Todo lo que es la escuela lo llevan voluntarios. Lo que es formación también. Y después, en cuanto a las categorías, solo cobra el primer equipo«, añade la presidenta. Pero nada de grandes salarios. Ningún de sus jugadores puede vivir del rugby. «Alguno podría y sería mileurista, y punto. Es un sueldo porque tienen que estar asegurados, pero cobras 400 euros al año«.
‘Lofo’ trabajó en la obra instalando aires acondicionados. «Me levanto a las seis de la mañana, termino a las seis de la tarde y me vengo para el campo. Hasta las diez y media de la noche. De lunes a viernes. Y los sábados, viajes y partidos. Es un esfuerzo muy grande, pero lo haces porque te gusta mucho. Te aporta un sentimiento de club, de tus colores. Es una pasada. Cualquier niño que ha empezado aquí dice: ‘¡Ojo, es la Santboiana!’. Jugar en casa… Esto es nuestro patio, pasamos mucho tiempo aquí. Es una parte más de tu casa y de tu familia, porque muchas veces ves más a compañeros que a tu familia», relata el jugador, que hace un mes se rompió el cruzado. Verlo desde fuera no es sencillo, pero la implicación con su club ni mucho menos ha cambiado desde la lesión.
Núria Jou, jugadora sénior del femenino e internacional con España, ha tomado un camino distinto. «He apostado por vivir del rugby. Jugar en la selección me permite tener un poco de estabilidad económica y no tener que trabajar, porque el año pasado sí que estudiaba, trabajaba y entrenaba. Y fue caótico. Decidí dejar el trabajo y apostar por el rugby. De momento, lo estoy pudiendo hacer. Por la mañana voy a la universidad, donde estudio INEFC; y por la tarde entreno físico en el gimnasio, y luego con mis compañeras«, relata la jugadora que, como ‘Lofo’, el rugby le viene de familia.
La preparación física ha evolucionado con los años, al igual que la participación femenina en un deporte ostentosamente rudo. «Tienes que estar fuerte, porque si no puedes hacerte daño. Pero si se hace bien, es satisfactorio jugar a rugby. No sé cómo explicarlo, pero sales con una sensación de haberte liberado de algo. Por la intensidad que tiene, de las acciones que hay. Es agradable», confiesa con media sonrisa. El rugby femenino está en una etapa muy prematura. «Está jodido. Faltan chicas y muchos equipos se juntan y hacen fusiones entre ellos para poder seguir adelante con la liga. Es frustrante, porque ves que necesitas chicas, pero tampoco tienes cómo hacer para que vengan a jugar a este club. Tú quieres seguir aquí, entonces ya llega un punto en que tienes que decidir qué haces: ¿Me quedo en el club de siempre o miro por mí y voy a un lugar donde hay más niñas?».
Tenemos mucho rango de evolución porque todavía estamos muy metidos bajo las piedras
Si desde los despachos los problemas para encontrar patrocinadores y ayudas son evidentes, desde el vestuario la mirada al futuro se hace dura. Aunque nadie pierda la esperanza y la convicción de que la situación puede ir a mejor. «Tenemos mucho rango de evolución porque todavía estamos muy metidos bajo las piedras«, confiesa ‘Lofo’. «Acabaría de hacer un boom si hubiera una implicación económica de las empresas. En el fútbol se hablan de millones como si fueran céntimos. Y aquí en el rugby, pues tú hablas de que tu presupuesto anual es de 400.000 euros, que esto es lo que se está llevando Messi por jugar 10 minutos», añade el jugador. «Yo quiero tener fe y espero que las cosas vayan a mejor. A nivel del femenino, desde las escuelas están llegando más chicas. Cuando estaba en la escuela era la única niña del equipo. Y todo lo demás eran chicos. Ahora hay cinco o seis en cada uno. Viene una cantera más potente, pero no tengo ni idea de cómo evolucionarán», añade su homónima femenina.
Con los retos identificados y los deberes apuntados, poco más queda que seguir creyendo. Disfrutar de las horas de entrenamiento, de los partidos o de las charlas en el bar en un club donde el balón sigue siendo el centro de todo. Un lugar donde parece que no pase el tiempo. Donde lo auténtico se manifiesta en cada ensayo.