Olga Viza (Barcelona, 1958) es una de las caras más conocidas del periodismo deportivo español. En los años 80, con el vigor característico de la juventud, se abrió paso en un sector todavía muy masculinizado para narrar eventos deportivos que formarán siempre parte de la historia, como los Juegos Olímpicos de Barcelona-92. Tras varias décadas al pie del cañón, se resiste a ‘colgar’ el micrófono. La comunicadora charló con EL PERIÓDICO sobre la actualidad del deporte y el periodismo deportivo.
Del periodismo deportivo que hacía usted hace 30 años al que se hace ahora ha habido un gran cambio.
Antes era otro planeta. Hay enormes diferencias en el periodismo, pero también en los terrenos de juego. Antes era todo muy naif, estaba todo por hacer. Era más simple, menos técnico y mucho más cercano al deportista. Hacíamos periodismo de trinchera deportiva y era pecado decir de qué equipo eras o a quién votabas, tu intimidad se reducía a eso. Además, entonces no había capas de cebolla alrededor del personaje. Tú llamabas a su casa, a casa de sus padres, incluso, para hablar con un deportista. Ibas a los entrenamientos, te tomabas un café, comías, etc. Tenías un plus directo de información y una relación personal con el deportista.
¿Cómo han contribuido las redes sociales a este cambio?
Estás hablando con una persona que conscientemente no quiere tenerlas. No participo en absoluto. Es indudable que han facilitado el tránsito de la información, pero de la buena y la mala. Lamentablemente por lo desafortunado de estos días, hay una frase a la que recurro mucho y es muy clara: «En caso de inundación, lo primero que escasea es el agua potable». En época de desinformación y sobreinformación, hace falta periodismo que contraste. Ahora, las grandes exclusivas están en las redes y las firman los propios protagonistas.
Antes no había capas de cebolla alrededor del personaje. Tú llamabas a su casa, a casa de sus padres, incluso, para hablar con un deportista. Ibas a los entrenamientos, te tomabas un café, comías, etc.
También han amplificado causas como la del boom del deporte femenino. ¿Cómo valora su crecimiento?
En la evolución del deporte en España, el punto de inflexión claro fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona. Allí hubo inversión, hubo método por primera vez. Ya no era cosa de genios puntuales como Ángel Nieto o Severiano Ballesteros. Se invirtió en Centros de Alto Rendimiento, se dieron becas… Se creó una nueva imagen del deportista de élite. De ahí salieron un montón de referentes femeninos del deporte. No teníamos cultura, ni hábito, ni educación sobre el tema, pero ya no había marcha atrás, había una larga cola de mujeres dispuestas a toserle a cualquiera y la televisión pública hizo una apuesta increíble que ha ido poco a poco afianzando el movimiento que hay hoy en día. Hace nada hemos visto a Aitana levantar su segundo Balón de Oro. Aun así, creo que aún falta hábito e inversión. Pero eso solo irá cuajando con el tiempo. Ahora tenemos un catálogo espectacular de deportistas y cientos de miles de niñas que quieren ser como ellas y eso a pesar de que todavía no se ha dado el impulso definitivo.
¿Cómo ha avanzado la presencia femenina al otro lado de la barrera, tanto en cargos de responsabilidad como en los medios?
La falta de mujeres en puestos de responsabilidad es exactamente igual que en otras áreas. El que reparte el juego sigue siendo un hombre. Ahí todavía hay grandes vacíos de corresponsabilidad o de toma de decisiones. Lo pienso y recuerdo algunos titulares que se han hecho en relación al deporte femenino que dices, ¿cómo alguien puede titular así y que nadie le cuestione de dónde viene, dónde aprendió, etc? Es muy necesaria la mujer al lado o liderando esos equipos para que no se meta la pata como se ha metido. Hay pocas mujeres al mando de secciones deportivas. La SER, TVE, El País… Pocos casos más. Aún no es habitual que una mujer tenga las mismas posibilidades de acceder al puesto, o ya no eso, sino de hacer la gran entrevista al futbolista de turno o la narración de un Barça–Madrid.
El que reparte el juego sigue siendo un hombre. Ahí todavía hay grandes vacíos de corresponsabilidad o de toma de decisiones.
Leí que usted había dicho que no sufrió machismo en su época.
Claro que había machismo en general en la sociedad, pero no en mi equipo. Las cinco mujeres que estábamos en televisión éramos novedad y además se había apostado por nosotras. Mi director tenía 25 años, lo que él quería era gente con ideas nuevas. Me canso de escucharme, siempre digo que lo importante es con quién trabajas, no dónde. Y yo tuve la suerte de trabajar con gente que creía que estaba todo por hacer, incluso eso. Veían de una forma natural que las mujeres hiciéramos periodismo deportivo. Puede que fueran algo paternalistas. Me recomendaban qué ver, qué leer y cómo mejorar, pero para ayudarme.
¿Se quedó con ganas de hacer algún reportaje más?
Me gustaría haber hecho un reportaje para saber qué pensaron todos aquellos deportistas con los que hablé de que les entrevistara una mujer joven. Seguramente, mis compañeras y yo nos salíamos un poco del circuito habitual de preguntas. Yo tengo la sensación de que más allá de la curiosidad, se sintieron bien. Pero reportajes como tal no me quedó ninguno pendiente.
El único miedo que he tenido ha sido el de faltar a la verdad. Es el bien más preciado del periodista.
Y de los que sí hizo, ¿cuál es el que no olvidará jamás?
Sin duda los Juegos Olímpicos de Barcelona. Decir en tu casa “bienvenidos a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992” y que salgan Freddie Mercury y Montserrat Caballé a cantar te hace pensar “ya me puedo ir tranquila”, y de hecho es lo que hice. Fue más de lo que nunca hubiera soñado laboralmente. Los Juegos para un periodista polideportivo son como para un niño ir a Disney y yo encima los tuve en casa. Tienes delante de ti a todos los personajes de todos los deportes.
Frente a la cámara, ¿cuál ha sido su mayor miedo?
El único miedo que he tenido ha sido el de faltar a la verdad. Es el bien más preciado del periodista. No miedo a equivocarme, ojo. Eso nunca me ha preocupado. Quizás porque empecé muy joven y aprendí con cara de susto para mí era muy natural equivocarme.