No tenía el Barça sobre el campo a su nueve. No tenía a Robert Lewandowski, el especialista, un futbolista que no puede jugar de nada más que de delantero centro, sentado en el banquillo para que descansara, que a su edad lo necesita. Tuvo a dos nueves, falsos nueves en las jerga futbolera, porque no responden al arquetipo del especialista del área ni tienen el cuerpo ni tienen la experiencia. Pero son buenos futbolistas y eso ayuda mucho. Es el punto de partida fundamental.
Faltó Lewandowksi y el Barça se lio a rematar sin parar desde que saltó al césped, con una desesperación que pareciera querer disimular que no jugaba el máximo goleador del equipo y de la Liga (26 tantos en 29 partidos) y de Europa y de la Historia. Una producción insólita a la que colaboró el amable Betis, incapaz de descifrar como tenía que defender una figura que no existía y, en cambio, aparecían rivales por todas partes. Hasta defensas que venían corriendo desde su casa para chutar a portería. Como Koundé.
El jardín comunitario
La falta de remate sin Lewandowski en el césped se convirtió pronto en un simple supuesto apriorístico. El primer disparo acabó en la red. La inquietud de la eficacia se abrió después, cuando voló el 100% de acierto. Sin que Bartra y Natan hubieran podido hablar y organizarse, identificado Dani Olmo en el papel de nueve, se coló Gavi para desorientarles más. ¿Ese no era el interior derecho?
Nadie echó de menos a Lewandowski, aunque Olmo chutara tres veces y ninguna llegara al fondo de la red. A lo sumo tembló el poste. Sin el polaco cambió la forma de atacar. Pasó a ser más combinativa y dinámica al no existir la figura del destinatario de los balones para rematar. El área no pertenecía a nadie. Era un jardín comunitario. También se atrevió Gerard Martín, el otro lateral, tan prudente y timorato que lo probó sin convicción.
El ‘zurdo’ Gavi
Gavi se metió en la jungla con su arrojo habitual y marcó con la izquierda pese a no ser su mejor pierna. Acaso lo es para rematar.
Seis de sus nueve goles con el Barça los ha transformado con la zurda. Igual que el último, que apenas tenía la antigüedad de tres días. Se lo metió a Courtois en la goleada de Arabia que, según se vio anoche, operó un efecto inesperado en la hinchada. Menos colorido Montjuïc, sin charangas ni tambores, a la media hora las 46.019 personas del estadio (una arriba, una abajo), se pusieron cantar y saltar: “Boti, boti, boti, madridista qui no boti”.
El esfuerzo dominical, recompensado con el trofeo que exhibió Ronald Araujo en el inicio, era la razón por la que Lewandowski se sentó por segunda vez esta temporada. Tampoco se notó en la primera. El equipo se puso las botas con cinco goles en Mallorca. Anoche fueron siete, aunque se anularon dos por el VAR que dejaron más dudas que certezas. El falso nueve en Son Moix fue Ferran. Y marcó, por supuesto. Más tarde salió Pau Víctor, que cerró la mano.
El nueve asiste
La gracia es que no marcó Olmo, el designado para ejercer de nueve. A su manera. Sin obsesionarse con el gol: se lo dio a Ferran, que lo necesita más. Flick lo mantuvo en el equipo de principio a final mientras repartía descansos en la alineación (Casadó, Balde) con las sustituciones (Raphinha, Pedri, Gavi…) y sumaba adeptos para un Barça transformado desde que abandonara Montjuïc a final de año con tres derrotas de local a cuestas.
En Montjuïc marcó hasta Vitor Roque que se pasó minutos y minutos envidiando cómo disfrutaban sus excompañeros mientras que a él no le llegó una buena bola hasta el penalti. Pudo marcharse con la cabeza alta.
Descansó Lewandowski y quien no tiene que descansar es Lamine Yamal. Ni por edad (la mitad de años que Robert, 17 a 36) ni por el espectáculo que aporta al equipo. Marcó y asistió, y entre tanto dejó filigranas que calentaron a un Barça que vuela.