Nada que ver con aquella vistosidad ¿verdad? de antaño. Nada que ver con aquel tiki-taka primoroso de la era más celestial. Nada que ver con el rodillo de aquellos tiempos en los que el rival sabía, intuía, presagiaba, que una máquina de hacer fútbol, de fabricar maravillas para la historia, de encandilar, incluso, al público rival, les iba a pasar por encima. Nada de aquella perfección que parecía calcar, copiar, trasladar al césped todo lo imaginado por el gurú Pep Guardiola, ahora sufriendo lo que no ha sufrido en su vida.
Nada que tenga que ver, ni siquiera, con ese Barça inventado, ideado, fabricado en un abrir y cerrar de ojos, en verano, por el alemán Hansi Flick, que ha ganado 21 de los 24 partidos que ha jugado con Bayern de Munich (18) y Barça (6) en su vida. Nada que ver con ese Barça cascabelero donde los jóvenes parecían veteranos y donde los ‘abuelos’ simulaban haber dejado La Masía hacía quince días.
Más allá del 90
Pues no, queridos lectores y lectoras, pues no, este Barça fabuloso, porque ¡que caray! fue un Barça portentoso, tremendo, serio, europeo, peleón como nunca (sí, sí, como nunca), que creyó como creen los grandes, los que no temen pelear hasta el minuto 94.46, que es cuando el Borussia de Dortmund, todo un equipazo, pudo empatar, fue una de las maravillas de los últimos meses. Porque salió a ganar, porque peleó más de 94 minutos para lograrlo y porque jamás, jamás, se hundió, pese a sufrir dos golpes tremendos por errores: el penalti infantil de Cubarsí y el (no) fuera de juego que costó el segundo empate.
Uno quisiera ser futbolista una vez en su vida, una, para poder jugar en este tremendo estadio. Uno no ve (no oye) hinchadas, aficiones, cánticos, como los que produce ese muro amarillo, de 25.000 locos maravillosos, que convierten el Westfalensyadion en una de las joyas, no alemanas, no, sino continentales, del fútbol mundial.
Y ellos, los azulgranas, los chicos de Flick, incluso la ‘gent blaugrana’ que acudió en número serio, grandes (4.000), sabían que ahí, en ese templo, que tal vez no vea nunca a Taylor Swift, pero se alimenta de fútbol, del mejor fútbol, de pasión ardiente, debían dar la cara, defender ese escudo, ese fútbol, que es una mezcla de todos los fútbol que se pueden jugar con pasión e ilusión, y convertirse en el segundo mejor equipo de la Champions.
Porque, miren, si no quieren valorar lo que está haciendo el Barça en esta Champions, que la ganará o no, pero que la está peleando como (casi) nunca en su vida, siendo un equipo primerizo, nuevo, joven, demasiado joven, con un entrenador que no sabe ni el idioma de su vestuario, haya ustedes, no pasa nada. Pero el Barça es el único que está tuteando a ese equipo tan admirado, llamado Liverpool, que, como mucho, pondrá la misma pasión, intensidad y fútbol, sí, fútbol, que los barcelonistas.
Puede que no sea Ancelotti, ni Guardiola, pero Flick ha jugado 24 partidos en la Champions, 18 con el Bayern y 6 con el Barça, ha ganado 21, empatado uno y perdido solo dos
Miren, no seré yo, o sí, ¡que caray!, voy a ser yo, quien les recuerde que el Barça es segundo, que ha goleado al Bayern de Munich y que ha triunfado, a lo bestia, a lo grande, en el Westfalenstadion, allí, dicen, donde no se atreve a ganar nadie. Y, sí, está pegadito a los rojos, que han logrado, sí, 18 de 18 puntos, pero es que los culés han sumado 15 de 18.
Y ¿saben dónde está el Bayern?, el 10. ¿Y el Atlético, que, ahora sí, dicen, juega tan lindo?, el 11. ¿Y el poderoso AC Milan, que ganó en el Bernabéu?, el 12. ¿Y la temible Juve?, el 14. Aaaaaah, ¿y el campeón Real Madrid?, el 20, sí, sí, el 20, lejííííííísimos de los ocho primeros. ¿Y el milmillonario City?, el 22. Ooooooh y el milmilmilmillonario PSG del lácteo Luis Enrique?, el 25. Señoras y señores, honor y gloria a este Barça, que ha decidido, como poco, llegar a Navidades siendo el encanto de Europa. Luego, ya veremos qué pasa, pero, ahora, hoy, gracias señores, muchas gracias.