Es la prenda más en boga en los festivales de música y hasta en los desfiles de moda. Ronaldo en el Mundial de Corea y Japón, Batistuta en la Fiore, Gullit en la Euro del 88. Todo el mundo quiere llevar una camiseta de fútbol de hace dos, tres o hasta cuatro décadas. Al calor de esta tendencia opera desde hace siete años la tienda Ropa Futboleros.
Un maniquí engalanado con la zamarra de Aimar en River Plate recibe a los muchos curiosos que se acercan al espacio de Ropa Futboleros en la Oviedo. Hay para todos los gustos, desde camisetas míticas como la que utilizó Brasil en el Mundial 82 hasta rarezas como las de la selección de Afganistán o equipos de la liga de la India. Expuesto en otro maniquí descansa uno de los incunables más valorados por los avezados en la materia, la famosa camiseta del ketchup del Athletic Club que los Leones solo usaron en un partido amistoso ante la indignación que provocó en su hinchada el estrafalario diseño. «Se pagan hasta 800 euros por ella», advierte Gustavo Rubalcaba, trabajador de la tienda, consciente de que se trata de una prenda abocada a terminar en el armario de un coleccionista, uno de los perfiles de cliente que más está dispuesto a rascarse el bolsillo.
«Hay mucha gente, generalmente jóvenes, que compra camisetas más baratas, las que están entre los 20 y los 50 euros», puntualiza Rubalcaba, y explica: «Los precios varían mucho. Tenemos camisetas de 25, de 100, 200, 300 euros… y de ahí para arriba. Hay que tener en cuenta que a la hora de tasar una camiseta influyen muchos factores: si fue usada por el jugador, si está firmada o los defectos que pueda presentar por el paso del tiempo».
«El coleccionismo de camisetas es algo que ha pasado de ser algo que hacíamos cuatro pirados a ser una cosa bastante universal«, dice Alejandro Mendo, coleccionista. «La camiseta de fútbol está en un momento histórico en términos de exposición. Cada vez se ven más por la calle, en eventos… Mucha gente se ha ido subiendo a esta ola», prosigue Mendo, consciente del efecto que ha tenido en el mercado este apogeo: «Como consecuencia de la alta demanda, los precios han subido y las marcas han puesto de su parte para acelerar el mercado. Hemos pasado de que cada equipo lance dos camisetas cada temporada a que haya tres y cuatro, además de las correspondientes ediciones especiales. Incluso hay clubes como el Napoli que, en virtud de un acuerdo con Emporio Armani, ha llegado a sacar más de diez en un año. Si nos dicen hace un tiempo que esto iba a ser así, no nos lo creeríamos».
Vinted y Wallapop
Sin embargo, aunque los clubes se empeñan en lanzar cada vez más y más camisetas, son muchos los aficionados que, como Mendo, prefieren invertir en prendas de épocas pasadas, ya sean originales, de segunda mano («aplicaciones como Vinted o Wallapop han dado un importante impulso a este mercado», puntualiza el coleccionista) o de imitación. Las grandes marcas han detectado esta corriente –propulsada en buena medida por los próceres de la moda urbana– y han comenzado a sumarse para sacar tajada, observa Mendo: «Las marcas se han dado cuenta de que prendas diseñadas por ellas están moviendo un dinero que no está yendo a sus bolsillos y han decidido tomar cartas en el asunto. Piensan: ‘Si la gente está dispuesta a pagar tanto por esta camiseta de hace veinte años, sacamos nosotros una reedición por 120 euros antes de que se lleve la pasta un revendedor o una tienda china de falsificaciones’».
El desembarco de los gigantes del textil futbolero en la tendencia vintage se ha ido produciendo, sin embargo, a diferentes velocidades. «Adidas fue la primera en sumarse», sostiene Mendo. Con ocasión de la Copa América y la Eurocopa, la marca alemana lanzó una línea vintage el pasado verano con reediciones de prendas icónicas. Camisetas tan recordadas como la que utilizó España en la Euro 96 o la visitante de Argentina en el Mundial 94, con su correspondiente ropa de paseo, no tardaron en agotarse pese a costar en torno a los100 euros. Esta misma temporada, han sido muy celebradas las terceras equipaciones con diseños retro de equipos como el Real Madrid, la Juventus o el Bayern, también de Adidas. Nike, su gran competidor y que provee a clubes como Barça, Atlético o Liverpool, ha decidido presentar batalla en este terreno, explica Mendo: «Aunque suele optar por diseños más vanguardistas y ha tardado más que Adidas, Nike también se ha subido a este barco, relanzando camisetas como la de Brasil del 98 o la de Portugal de 2004».
El fútbol, no obstante, no es el único deporte afectado por la fiebre retro. Nike, que sucedió a Adidas como suministrador de la NBA en 2017, ha resucitado camisetas de finales de los noventa y principios de este siglo como la del dinosaurio de los Toronto Raptors –asociada inevitablemente a Vince Carter– o la del oso de los Memphis Grizzlies, de los tiempos en los que la franquicia estaba afincada en Vancouver.
La tendencia alcista de lo vintage se enmarca en un contexto de resignificación general de la ropa deportiva, cuyo uso ha pasado de estar circunscrito casi en exclusiva a la propia práctica del deporte a ser un indispensable en el ‘outfit’ de algunas de las ‘influencer’ más seguidas por chicos y chicas de medio mundo. Porque, en efecto, ellas han abrazado lo retro con igual o más fervor que el sexo opuesto y a nadie extraña ya ver a una modelo vestir una camiseta noventera del United de Beckham combinada con unas Adidas Samba, uno de tantos modelos ‘vintage’ relanzados recientemente por la marca fundada en Baviera.
«Las marcas, en general, están muy contentas con este fenómeno porque el aumento de la demanda implica una subida de los precios«, concluye Mendo. Ante la hiperinflación promovida por los transatlánticos de la industria, emergen proyectos que preconizan una visión más romántica del fútbol. Es el caso de Colligan. Fundada hace una década, Colligan produce réplicas de camisetas del siglo pasado, algunas con más de cien años de antigüedad, como la que defendía el Inter allá por 1908. «No vendemos un producto, sino la historia que hay detrás de cada camiseta«, interviene César Valadés, director comercial y de marketing de Colligan, que se ha asociado, entre otros clubes de Primera y Segunda Divisiónnpara reeditar algunas de sus zamarras más recordadas.
Hablar del matrimonio entre el balón y lo retro es hacerlo, según Valadés, de la sinergia entre moda y nostalgia, un sentimiento que late cada vez con más fuerza en muchos aficionados. «La gente echa de menos lo antiguo porque, además de que lo siente como parte de su infancia y de su juventud, el fútbol profesional ha cambiado mucho. Somos muchos los que añoramos comer el bocadillo en el descanso y los balones Mikasa; en aquella época, el fútbol era más cercano, más de verdad», lamenta Valadés, que pone otro factor sobre la mesa, la globalización, que ha provocado, en su opinión, que los grandes clubes hayan descuidado al aficionado local para enfocarse en el internacional y que los patrocinadores, que antaño conferían carisma y cercanía a las camisetas (Ron Arehucas en Las Palmas, Citröen en el Celta…) estén cada vez más alejados del entorno de los clubes y su masa social.
«Las marcas necesitan tirar de historia y nostalgia. El futuro, por lo menos hasta que llegue algo disruptivo, irá por ahí, todo ello mezclado con nuevas tendencias para llegar también a la gente joven», anticipa el trabajador de Colligan, sabedor de la que moda es cíclica y deseoso de que los clubes recuperen terreno en lo referente a los diseños, algo que ve «complicado tal y como va el negocio». Sea como fuere, las camisetas antiguas, zanja Valadés, nunca pasan de moda.
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