Las luchas de poder en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) hace tiempo que se convirtieron en un inacabable juego de trileros. O, si se prefiere, de voluntades oscilantes que convierten casi cada palabra, cada afirmación, cada sentencia rotunda en una futura mentira. Nadie dice una verdad que pueda ser sostenida en el tiempo sin riesgo de decaer, convirtiendo de un momento para otro el negro en blanco y viceversa.
Por eso, aventurar lo que pueda pasar en las elecciones a la presidencia de la RFEF que se celebrarán en Las Rozas el 16 de diciembre es un ejercicio de riesgo. Los titulares sobre los asuntos de palacio en la Federación tienden a envejecer mal, condicionados por esos súbitos cambios de opinión de sus protagonistas y también por la intoxicación que, de forma premeditada, tratan de ejercer algunos actores (incluso, o sobre todo, aquellos a quienes la neutralidad se les presupone en el cargo) sobre los informadores.
Hace una semana, el gallego Rafael Louzány su entorno presumían ante quienes quisieron comprar su discurso de más de un centenar de avales y del apoyo de 15 territoriales. Números que invalidaban cualquier candidatura alternativa. Mientras tanto, el valenciano Salvador Gomar, siempre el más contestatario de ese sospechoso bloque de presidentes territoriales, anunciaba a sus compañeros que renunciaba a ser presidente, presuntamente abrumado por el respaldo a su némesis.
La gran ventaja de Louzán y Merchán
El escenario, unos días después, es que Louzán y su válvula de seguridad, Sergio Merchán, han recopilado 82 avales y que Gomar, resurgiendo de sus propias cenizas electorales, ha conseguido reunir 26. Todo ello a expensas de que la junta electoral confirme estos datos. La unidad de los barones territoriales, que siempre fue de conveniencia, se ha roto por completo, con al menos media docena de ellos detrás del candidato valenciano.
Pese a todo, salta a la vista, pura matemática, que el bloque de Louzán goza de una ventaja considerable, pues ha recabado el apoyo de 82 de las 141 personas que votarán al nuevo presidente, entre los que se incluye el del presidente de LaLiga, Javier Tebas, y el de los clubes que besan por donde pisa. Es decir, si todos sus asambleístas le conservan el apoyo, Louzán será presidente con mayoría absoluta, sin necesidad de segunda vuelta. Y si el TAD atiende las solicitudes de impugnación que, con seguridad, le llegarán en los próximos días, el nuevo presidente será Merchán. Todo atado y bien atado.
Claro que todo ello presupone asumir dos cosas. Una, que los señores (y algunas, pocas, señoras) que habitan la RFEF se mantendrán firmes en sus convicciones, algo que ya se ha explicado poco habitual, más con un sistema de votación en urna y secreto. Y dos, que a esos 82 ‘oficialistas’ les dará igual votar a un Louzán inhabilitado para cargo público o a un Merchán de quien, incluso entre sus próximos, dudan de su capacitación (y, sobre todo, su experiencia) para un cargo que, en la práctica, es equivalente en muchos casos al de gestionar una multinacional.
Las cuentas pendientes de Gomar
En contra de Gomar, además de los números, juegan la evidencia de que lleva casi año y medio maniobrando en la sombra, con apoyos interesados a Pedro Rocha, para alcanzar la presidencia de la RFEF; y el recuerdo de aquella carta enviada por varios barones al CSD pidiendo auxilio, un movimiento que él lideró y que varios de sus colegas consideraron como una traición imperdonable a su ‘establishment’.
Las opciones que Gomar pueda tener para consumar un asalto que siempre deseó van en esa línea, tan habitual en estos meses de interinidad federativa, de que, al final, nada sea lo que parece. El valenciano tiene a su favor haber incorporado a su causa al presidente andaluz Pablo Lozano, militante del PSOE que ha ocupado diversos cargos políticos en Córdoba. Un sector del Gobierno le considera ‘su hombre’ en la RFEF y el CSD ya se ha mostrado más que abierto a plantar la batalla que sea necesaria a Louzán, exdirigente del PP de Galicia sobre el que pesar una condena de inhabilitación para cargo público pendiente de recurso en el Tribunal Supremo.
El papel del Gobierno
Es discutible la capacidad de presión directa que pueda tener el Gobierno (el actual o cualquier otro) en un bunkerizado cónclave de 141 personas. Ahora bien, la presión pública si Louzán consigue llegar al 16 de diciembre como candidato de pleno derecho será brutal y ahí quizá Gomar pueda pescar en río revuelto. Aunque también fue descomunal la presión sobre Rocha y el extremeño la soportó durante meses, hasta su caída final a manos del TAD y la Audiencia Nacional.
Y, a todo esto, nadie salvo quizá alguno de los asambleístas, sabe cuál es el proyecto que van a defender cada uno de los tres candidatos a la presidencia de la RFEF, que debería ser lo más importante, el contenido central de todo este debate. El único que lo hizo, Juanma Morales, no ha logrado reunir los avales mínimos. Por ello, pensar que eso es un hándicap es no entender nada de cómo funciona un sistema con tintes clientelares que nadie ha querido cambiar. Ni quienes forman parte de él, por descontado, ni los sucesivos Gobiernos de España, tanto de derechas como de izquierdas.
Con suerte, el bochorno en el que lleva sumergida la RFEF y, por extensión, todo el fútbol español, acabará el 16 de diciembre con un presidente legítimo para los cuatro próximos años que dé estabilidad a la institución y construya el Mundial 2030. Quizá sea mucho esperar.