Hay días, momentos, circunstancias, actos, invitaciones, peticiones, reuniones, comidas, cenas, celebraciones, citas, cumpleaños, bautizos y bodas, encuentros, que nos hacen pensar más de la cuenta.
Son instantes que, en teoría, no deberían provocar en nosotros reflexión alguna: lo hago y punto. Debo hacerlo. ¡Qué caray, cómo puedo dudar! No tiene sentido decir “no”.
Pero…pero, a veces, demasiado a menudo, ocurre que la duda se convierte en el centro de la reflexión, incluso, del debate. Si el primer impulso es el que cuenta, es evidente que no debemos dudar: decimos que no, lo rechazamos y punto.
La reflexión, siempre individual aunque al final se convierte en debate familiar y entre amigos íntimos, incluso colegas, es que las instituciones están por encima, muy por encima, de las personas.
¿Voy o no al Liceo?
Pero…, sí, un nuevo ‘pero’, esta vez de unas dimensiones tremendas, estratosféricas, hace que dudes, que dudemos, que al repentino “sí, voy” o “no, que les den”, se sume una reflexión que, finalmente, arrincona la respuesta para acabar priorizando aquello que llevas mucho tiempo cultivando, anidando, sufriendo y meditando en tu interior: no se lo merecen.
¿Por qué esta reflexión tan absurda, boba?, pues, sencillamente, porque Joan Laporta, su junta de familiares, amigos, cuñadísimo y enchufados organizan, liderados como comisionado por el modernísimo David Carabén (“es una suerte que tengamos a Laporta, pues nos salvó una vez y lo volverá a hacer”) y reflejados en el cartel del 125 Aniversario de la fundación del FCBarcelona, obra del mallorquín Miquel Barceló, aún más moderno y global, celebran, el próximo 29 de noviembre, en el Gran Teatro del Liceo, una gala a la que no todo el mundo está invitado (lógico, no caben todos) y a la que muchos prefieren no ser convidados y así no tener que hacer el feo de rechazar la invitación y otros meditan darle con la tarjetita en las narices al presidente.
No solo el ‘tarannà’ mostrado por Laporta y los suyos en estos tres últimos años significa un freno para aquellos que consideran que no tienen ganas de hacerle el caldo gordo a un dirigente que no les representa. O que no los ha tenido jamás en cuenta. O que no ofrece la imagen integradora que ellos defienden del ‘mès que un club’. O que los ha tratado fatal, como pudieran ser Ronald Koeman o Xavi Hernández, por hablar de dos casos muy recientes.
No estoy diciendo ¡por Dios!, pues no tengo ni idea, que a ‘Tin Tin’ y al mejor centrocampista de la historia (y su ‘influencer’ esposa) les haya entrado ganas de rechazar la invitación al Liceo. No, no, ni mucho menos. Estoy diciendo que conozco a gente muy, muy, muy culé, mucho, muy devota del ‘mès que un club’, que meditan rechazar la invitación porque “no me apetece celebrar nada con esa gente”.
Pero déjenme que concluya esta reflexión poniendo en su conocimiento algo que les dejará perplejos y que, claro, como se lo cuento yo, igual ni me creen. Da igual, allá ustedes: la única preocupación de Laporta no es que el acto quede redondo; no es que todo lo preparado por Carabén funcione; no es que la gente entone el nuevo himno o cuelgue en su comedor el cartel de Barceló; no es que vaya Ronald Koeman o Xavi Hernández….lo único que le preocupa a Laporta es que vaya Leo Messi.
Leo Messi, que abandonó el Barça entre lágrimas después de que Joan Laporta faltase a su promesa electoral y comunicase que no podía permitirse el lujo de renovarle, está ya, desde hace dos días, de vacaciones. Si no quiere es porque aún le quedan lágrimas por derramar.
Sí, sí, como lo lee. Laporta y su séquito están tratando de mover cielo y tierra para conseguir convencer a ‘La Pulga’ de que el 29 de noviembre sea el centro de todo el acto, del aniversario y brille, con luz propia, única, en el escenario del Liceo, cual legendario tenor. Laporta pretende que ése sea el homenaje que ‘D10S’ se merece, el momento de la reconciliación. Ese instante, más el regreso al Sportify Camp Nou (anunciado ya por vigésima vez) y el contrato (secreto) con Nike, significan 125 años de mandato, más.
Pero aún hay quien recuerda que fue Laporta quien provocó el llanto más doloroso de la historia del fútbol. Un llanto que no fue fruto de un penalti errado en la final de la Copa del Mundo, que va, que va, sino consecuencia de haber sido despedido del club de toda su vida. Messi, cuentan, juró que jamás volvería al Barça mientras estuviese de presidente Joan Laporta. Dicen que lo juraron él y su padre, al unísono. Vaya. Veremos.
Si Messi no viene es porque no quiere, porque no le da la gana, porque aún está dolido, porque es de los que piensa que el daño que le provocó el presidente está por encima de la entidad. Bueno, es una postura.
Messi acaba de cerrar su temporada, está de vacaciones. Hasta febrero del año que viene no tiene nada que hacer. Fue eliminado por el Atlanta United de los playoff de la MLS y acaba de cerrar otro ciclo con Argentina, ganando a Perú en La Bombonera (1-0). Si no viene es porque todavía le quedan lágrimas por derramar.
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