Es un sábado intenso, emocionante y grande, cargado de un par de partidos que transitan desde el Benito Villamarín (Betis y Barça abren la sesión de fútbol) a Montilivi, donde llega el errático Madrid de Mbappé. Un sábado que no decide nada, pero sí puede aclarar el paisaje de una Liga donde domina el equipo de Flick enganchado al delicado golpeo con el exterior de Lamine Yamal, capaz de sobreponerse al «noviembre de mierda», como dijo el técnico tras el 1-5 al Mallorca que enterró tantas dudas tras un gran arranque.
Con el genial niño y la reconversión de Raphinha, tan decisivo o más que Lewandowski, el Barça manda sintiéndose cómodo en su idea. «Necesitamos tener la misma mentalidad que en Mallorca. Es importante que el equipo crea en sus puntos fuertes. Es lo que necesita este equipo tan joven», ha reclamado el entrenador, deseoso de seguir ganando fuera. Lo hizo en Son Moix y quiere repetirlo ahora en Sevilla porque después le espera el Dortmund en Alemania.
El Madrid, mientras, viaja a Girona para sacar a Mbappé de ese extraño laberinto en el que anda metido, incapaz de encontrarle una salida. Lleva el francés ocho goles en la Liga (el polaco suma 15) y tres han sido de penalti. Esas dos penas máximas erradas en Anfield y San Mamés han abierto el foco sobre el ‘nueve’, que ha arrastrado también a Ancelotti.
Se siente cuestionado el técnico italiano. No así está Flick, quien ha recobrado la sonrisa después de unas semanas de desasosiego donde se ponía bajo sospecha los pilares de su sorprendente obra, construida en tiempo récord. Ni tampoco Míchel cuestiona a una plantilla que está reconstruyendo, zarandeada por la eliminación en la Copa. Pero que emite señales de esperanza en la Liga, donde ha sumado 10 puntos de 12 posibles, con tres victorias (Leganés, Getafe y Espanyol) unido a un empate que le supo en Vila-real a victoria.
«Me dan demasiados palos. Parece que algunos estáis cansados de mí»
Ancelotti, en cambio, no vive esa situación de calma. Su Madrid no arranca y desde el silencioso, pero activo palco del Bernabéu se le escruta con atención. «Me dan demasiados palos. Parece que algunos estáis cansados de mí», dijo el italiano, quien luego, aprovechando una sonrisa diplomática, fue más allá.
«Cuando digo que la crítica es aceptable, es que algo de razón hay- Si me pregunta, ‘¿qué palo te molesta más?», dijo tomándose unos segundos de reflexión. «Alguno sí, molesta. Afectan. Y cuando el palo afecta a la identidad molesta más», dijo.
En Barcelona, Flick pilota un grupo joven, que desea reconquistar la Liga ganada en el primer curso completo con Xavi. Y el Madrid, que defiende el título, está bajo sospecha, cuestionado desde muchos sectores. «Si se dice que he hecho un mal cambio no me afecta, es a nivel profesional. Pero el problema es cuando afecta a la identidad, cuando toca lo que uno es. Es como decirle a alguien tonto o decirle que ha hecho una tontería. No es lo mismo», sostuvo Ancelotti.
Míchel, entretanto, trabaja bajo el síndrome de la crisis del éxito vivida la pasada temporada cuando llevó al equipo al cielo alcanzando la Champions. Ahora, sin las piezas que hicieron grande su obra, quiere mirar esta noche a los ojos de ese irregular Madrid sin Vinicius, pero con Mbappé.
«El Madrid es un equipazo, uno de los mejores del mundo», ha recordado el entrenador de Vallecas, alertando, al mismo tiempo, de que el delantero francés «es top», por lo que no se fía de su mal momento simbolizado en los dos penaltis fallados de forma consecutiva: Anfield y San Mamés.
Y si algo no tolera el técnico del Girona es que se dude de su equipo. «Mis jugadores nunca hacen el ridículo. Nunca. Me enfada que se me haga esta pregunta», aseguró enojado cuando se le recordó si la eliminación copera ante el Logroñés se debió a una falta de actitud.