El 2 de mayo de 2024 no tenía por qué ser un día señalado en el calendario para Pol Valera. El Barça se jugaba el billete a la Final Four contra el PSG, un partido como cualquier otro. Sin embargo, ese día todo se paró. «Apoyo la pierna en un movimiento muy normal, que podemos hacer cuando caminamos, y noto un crack. A mí eso no me había pasado nunca. Me he torcido los tobillos y las rodillas de todas las maneras, pero nunca me había sonado así. Ahí ya noto que me ha pasado algo grave«, confiesa el deportista.
Se acababa de romper el ligamento cruzado de su pierna derecha. «El momento más duro y frustrante es cuando, después de romperme, mi hermano me lleva en coche de Barcelona a La Garriga. Yo iba en el asiento trasero solo. Es un viaje de 40 minutos y lo recuerdo como si fueran 2 horas. Estaba hecho una mierda. Era el momento de la temporada más chulo, cada vez estaba más a gusto después de una temporada en la que me había costado arrancar. Pensé que tenía mucha mala suerte«, cuenta Valera.
Esa misma noche ya le hicieron una pequeña exploración los médicos. «Y veo las caras… Me querían animar, pero ya pintaba mal«. Al día siguiente, le hacen una resonancia. «Sale directamente que tengo el cruzado roto. Por suerte solo era eso, no había nada más roto. Hablo con los médicos y hablamos con el cirujano y lo más rápido posible entro en quirófano«. El día 7 sale de la operación y empieza una recuperación de la cual poco conocía.
Dolor y calma
Sentado en un banco junto a la pista de la Ciutat Esportiva, esos meses tan duros son un recuerdo lejano y próximo a la vez. Los días se hacían largos, la espera tediosa. Estar alejado de la pista por obligación fue un mazazo justo en el momento en que mejor se encontraba. «No te da mucho tiempo a procesar, pero tampoco sabes bien qué es lo que empieza. Es un camino nuevo», confiesa el deportista. Su familia fue clave en su recuperación. «Ha sido vital. Mi madre, mi padre, mi hermano, mis abuelos… Todos han estado muy cerca de mí. Mis amigos también. Los he tenido siempre conmigo. Cuando en los dos primeros meses no puedo ni salir de casa, tenía casi cada día gente allí. Me traían libros y juegos de la Play, aunque yo no he sido mucho de jugar [ríe]», cuenta.
Mi familia ha sido vital
El proceso de recuperación de los ligamentos cruzados es muy denso y lento. «Ha sido muy angustiante. «Si estás solo, si esto lo pasas solo, se te hace un mundo, una bola enorme. Sobre todo cuando ves que te cuesta mucho mejorar y progresar. Que te levantas y estás igual que el día anterior. La rodilla duele y no te la reconoces. Dices: ‘esto no es mío. Tenía mucha movilidad y ahora no puedo subir un escalón‘. Es triste y jode mucho«, confiesa.
Durante los primeros 4 meses apenas vio balonmano. Todo aquello se removía. Se fijaba en cada movimiento de rodilla, cada salto, y no se veía de nuevo allí. «Intentaba ver los partidos del Barça y del Granollers, donde juega mi hermano. Me sabía mal por qué no quería ir a verlo. Empezaba los partidos, tenía la pantalla puesta, pero no me salía. Cuando venía al Palau veía alguna acción que alguien clavaba el pie de alguna manera extraña y se me hacía muy duro. Decía: ‘no puedo hacer eso, no me veo haciéndolo‘. Ahora cada vez me veo más».
Por suerte, además de pasar esos meses con su gente, los libros le ayudaron a evadirse. «La lectura te hace desconectar. Estás en casa y me gusta tener mis momentos de intimidad, de estar yo solo con un libro y entrar dentro de la ficción. Siempre he sido más de películas y series, pero leer es muy interesante y aporta muchísimo. Leí bastantes libros de Robin Sharma, dos de ellos. Te explica como disfrutar cada momento de la vida, cómo gestionarte a ti mismo. Es un autor que me gusta mucho. Lo sigo en sus perfiles y en cursos que hace on-line. Y otros de Joël Dicker. El caso de Harry Quebert, El caso de Alexandra Sanders y ahora estoy leyendo el nuevo que ha sacado, ‘Un animal salvaje’. Me está gustando mucho», con una sonrisa.
«Perdí 10 kilos, me fundí»
Los primeros meses los pasó en el Centro Médico de la Ciudad Deportiva. Acudía todas las mañanas de lunes a sábado. «Me ha costado mucho porque yo tengo una constitución que es delgada de por sí y, con la operación, bajé de 83-84 kilos a 74. Perdí 10 kilos, me fundí. Me costó mucho recuperar toda esta masa. Sobre todo la pierna derecha la tenía hecha un hilo. Aquí se trabaja mucho. A veces piensas: «la madre que los parió, dejarme un día de fiesta». Están muy por ti, pendientes de todo, no perdonan nada y todos los detalles son importantes«, cuenta mientras se mira de reojo la rodilla derecha, que ahora luce una cicatriz y unos pequeños hematomas.
Paralelamente a la recuperación física va la mental. El perder el miedo, echar las dudas de la mente. «Yo he tenido muchas y he pasado mucho. Hablas con la gente y te dicen: ‘estarás bien, se vuelve bien y al 100%’. Sé que lo estaré, porque confío en mí, pero siempre te queda la duda, el miedo. ¿Y si me vuelve a pasar? No se puede vivir con eso, es vivir con miedo«, confiesa. «Me he priorizado a mí. Sobre todo en mi salud mental y en mi cuerpo. Después de lo que me ha pasado, necesitaba cambiar el chip y desconectar durante el tiempo que sabía que iba a estar fuera. Ahora que voy entrando en dinámica de equipo ya no. Hace ya un tiempo que lo veo todo, que no me pierdo nada. ¡Que soy un friki del balonmano yo!«.
Pol vuelve a sentirse deportista. Comparte de nuevo bromas, piques y risas con sus compañeros de equipo. «Durante el proceso te sientes un poco solo. Nuestro grupo es muy bonito, todos nos llevamos bien con todos, y todos sumamos. Cuando te apartas y ves que los demás siguen, que tú estás distanciado, es duro. Formas parte de esto y quieres estar ahí. Cuesta». Pero Pol siempre ha estado presente en el vestuario durante su exilio forzado. Ahora, de nuevo vestido de corto y con las bambas puestas, encara el tramo final hasta que vuelva a salir a la pista del Palau ovacionado.