“Sé que hablé con mi padre antes de los penaltis”

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Sergio Rodríguez, el entrenador del Logroñés, tenía dudas… muchas dudas. Kike Royo, el portero, yacía medio inconsciente en la camilla. El Logroñés había hecho todos los cambios. Iban 0-0, estaban en la primera parte de la prórroga y seguían luchando por lo que luego se convirtió en una realidad, y que no era otra que eliminar al Girona de la Copa con el sueño -muy probable al ser un sorteo dirigido- de recibir al Barça o al Madrid como regalo de los Reyes Magos.

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