Dani Pedrosa, Casey Stoner, Toni Elias, Julito Simon, Danny Kent, Hiroshi Aoyama, Álvaro Bautista, Ai Ogura, Somkiat Chantra, Bradley Smith, Jonas Folger… le juro que podría seguir hasta llenar párrafos enteros, casi páginas. Estamos frente a alguien que ha dedicado toda su via, que no sacrificado, pues toda la vida ha querido ayudar a los demás. «Me lo he pasado en grande y, sobre todo, me he divertido mucho estando a la sombra de todo el mundo, un placer, de verdad». Y, sobre todo, a ayudar a cerebros como Alberto Puig, que se dedicaban a buscar talentos entre los niños que querían ser pilotos, apadrinarlos, asesorarlos, mimarlos, educarlos, entrenarlos y ayudarles a llegar a la élite.
Toni Calvo (Terrassa, 59 años) no cabía en su cuerpo, hace unas semanas, en el cierre del Mundial en el Circuit. Los que lo conocemos bien sabemos que aquel iba a ser un fin de semana muy, muy especial para él. Calvo las ha vivido de todos los colores y con todo tipo de niños, jóvenes, pilotos y jefes, pero lo que vivió en Montmeló forma parte de sus secretos más íntimos, que son únicos y, sobre todo, acumulados en los cajoncitos de su cerebro minuciosamente y solo para él.
Sus últimos niños
Calvo, que aún recuerda cuando el niño Pedrosa repasaba «al milímetro, no es que se acordase, no, es que la tenía metida en su mente», todas y cada una de las carreras de Mick Doohan o de Alex Crivillé y que todavía se enorgullece, junto a Puig, de haber acogido, en un camión-taller-vivienda a los padres del mítico Stoner en el jardín de la casa de los padres de Puig en Cardedeu («si no hubiese sido por la generosidad de Alberto, Stoner se hubiera quedado por el camino»), lloró (yo lo vi), en un rincón del paddock al ver que los que eran sus niños, el japonés Ai Ogura, nuevo campeón del Moto2, y el tailandés Somkiat Chantra debutaban en MotoGP. La cúspide.
El Mundial, sí; el paddock, también; Dorna Sports, más que nadie; Puig y otros hacedores de milagros, también; pero la gente, el pueblo, incluso el pueblo de las motos, no sabe quién es Toni Calvo. Calvo es aquel que se ha pasado décadas al lado de los niños que empezaban, un auténtico sherpa, haciendo que todo funcionase. Habían quien pensaba cómo crear un campeonato de promoción y había quien lo ponía en marcha. Ése era Toni Calvo.
Calvo era la cara que veía Chantra y/o Ogura cuando se despertaban en el quirófano del Institut Dexeus, después de ser operados por el doctor Mir. La familia de Chantra y Ogura, en Barcelona, se limitaba a Calvo. Y ya era mucho. Lo era todo. Calvo era aquel que ayudaba a crecer a Pedrosa. Aquel que enseñaba a comer a Stoner. Aquel que se desvivía por Elías para que no le faltase de nada. Calvo era, en fin, aquel que enviaba a una señora de la limpieza al piso de Chantra y Ogura, porque los chicos se habían olvidado de limpiarlo.
Calvo no figurará, probablemente, entre los héroes de Dorna Sports. Ni siquiera entre las personas claves en el estallido del motociclismo español, pero ya les digo yo que Carmelo Ezpeleta, CEO de Dorna Sports, sí sabe quién es Toni Calvo y lo mucho, lo todo, que ha hecho este caballero por la aparición de decenas de pilotos que han acaparado la atención del Mundial.
Campeonato de España, CEV, Movistar Cup, Júnior Team, MotoGP Academy, Red Bul Cup, Asian Talent Cup… todas, todas las competiciones de promoción han pasado por sus manos, han estado en las manos de Calvo. Y siempre en la sombra, protegiendo a los jefes, ayudando a las familias, llevando a los chicos al médico, acompañándoles al quirófano, preparándolo todo para que pudiesen entrenar un día sí y otro también, en condiciones. Pagando sus seguros, renovando sus pasaportes, enseñándoles castellano.
«Con Ogura y Chantra no hablábamos de cómo llegar a MotoGP. Hablábamos de sus cosas, de sus inquietudes, de cómo progresar, de cómo aprender, de cómo ser mejor persona y crecer. Lo nuestro ha sido puro ‘cholismo’, carrera a carrera, complicidad, colaboración y confianza»
Cómo no iba a soltar cinco litros de lágrimas cuando vio debutar a Chantra y Ogura en MotoGP. Él fue quien les protegía, les vigilaba, les enseñaba a caminar por Barcelona, quien sabía de sus problemas (y los resolvía), de su documentación, de su alimentación, del alquiler del piso de la calle de Entenza, quien informaba a sus familias de que todo marchaba bien… no es fácil ser el ángel de la guarda de un tailandés y un japonés en Barcelona, nada fácil.
Calvo asegura que, a lo largo de todos estos años, jamás, jamás, habló con Ai y Somkiat de llegar a MotoGP. Nunca. «Hablábamos de nuestras cosas, de sus cosas, de sus inquietudes, de cómo progresar, de cómo aprender, de cómo ser mejor persona y crecer. Lo nuestro ha sido siempre puro cholismo, carrera a carrera, complicidad, colaboración, confianza. Ha sido hermoso, por eso ha sido tan emocionante y conmovedor verles llegar a la cima. Podría decir que se lo merecen, pero me conformo con verlos tan felices».