El nuevo rumbo que lleva el CAID

  • Una obra sin presupuesto, un aumento salarial, un declive en admisión y un cambio de modelo terapéutico, marcan la nueva gestión

desde la amplia oficina que planea dividir para ganar espacio, el director nacional del Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID) asegura que la actual gestión está comprometida con lograr la Institucionalización de la que fue la obra que promovió la anterior primera dama Cándida Montilla.

Henry Rosa Polanco trae su experiencia en el ejercicio privado y como docente de la carrera de administración. Sentado debajo de la imagen del papa Francisco que adorna el salón, habla de las acciones que emprenden para mejorar la labor del CAID, un servicio que no llega a cubrir el 30 % de su demandada y que en los últimos dos años ha visto reducir drásticamente la cantidad de usuarios que entran a su plan terapéutico.

Con esa realidad, la actual gestión prevé cambiar su modelo de intervención terapéutica, apoyado en un personal que ya recibió aumentos salariales de hasta un 30 % y con la esperanza de que terminen el nuevo centro que se construye en Santo Domingo Este, una obra a la cual este año no se le asignó presupuesto, pese al gran impacto que tendría en la meta de ampliar el servicio y de que su edificio principal está avanzado en más de un 90 %.

“Se está haciendo un gran esfuerzo para que esto sea institucional y no dependa de la… que esto se vea desde la perspectiva y el enfoque de derecho y no de una condescendencia a los niños que se ve con pena… y por tanto, que esto se convierta en una institución transparente, diáfana, efectiva, que cada peso nosotros lo podamos contabilizar”, comenta.

Con esa visión busca romper con el modelo administrativo heredado, en el que -asegura- se manejaban las compras a discrecionalidad del Despacho de la Primera Dama, no había sistema de monitoreo para medir resultados, había exceso de personal administrativo y faltaba transparencia en el manejo de las informaciones.

Inaugurado en 2013, el CAID se define como un centro que “se dedica a la evaluación, diagnóstico y la rehabilitación de niños y niñas de cero a doce años con trastornos del espectro autista (TEA), parálisis cerebral (PC) y síndrome de Down”.

En su web postula que procura mejorar la calidad de vida de esos niños y de su red familiar y social, con un catálogo de 18 servicios y tres programas de intervención: entrenamiento a familias, habilidades sociales e intervenciones asistidas con animales.

Desde su creación y hasta el 2020, el CAID fue uno de los programas que ejecutó el Despacho de la Primera Dama, en la gestión 2012-2020, pero con la nueva administración del Gobierno, y la decisión de la actual primera dama Raquel Arbaje de no asumir el despacho, su administración fue transferida al Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MISPAS), mediante el Decreto 368-20, del 20 de agosto del 2020.

Luego con el Decreto 170-21, del 16 de marzo de 2021, se crea el CAID como “un órgano desconcentrado, tanto funcional como territorialmente”, adscrito al Ministerio de Salud Pública. También crea un Consejo Directivo para su dirección.

El centro tiene la misión de “garantizar servicios de calidad a las familias de menores condiciones económicas”, meta que se ve limitada en los últimos años por la incapacidad de atender toda la demanda de servicios.

Los tres centros que existen en la actualidad, en Santo Domingo Oeste, Santiago y San Juan de la Maguana, tienen un total de 1,176 usuarios en plan terapéutico, apenas el 28 % de un total de 4,216 que han solicitado ingreso.

Las quejas de familias que llevan hasta dos años en espera de un cupo para entrar a terapia abundan en redes sociales, en páginas web y entre personas consultadas por este medio.

Martha (nombre ficticio para proteger su identidad) tiene tres niños con autismo, incluyendo a dos gemelos de tres. En 2017 solicitó el ingreso para el mayor, que ahora tiene siete años, y fue en 2019 cuando le llamaron a una cita,  gracias –dice ella– a un contacto. Sin embargo, luego que le llamaron, su niño no fue admitido por razones de edad, le explicaron. 

Con la dificultad, decidió hacer el sacrificio económico de ir a un centro privado en el que paga 12,000 pesos semanales, por las dos sesiones a la semana que reciben sus tres hijos. Sabe que el CAID es más integral, pero ya no tiene ánimos de pasar a espera. Tampoco puede pedir los permisos de trabajo que implicaría asistir a las terapias en ese centro, puesto que el servicio coincide con el horario laboral.

Cada año es menor el número de los que alcanzan entrar a ese centro. 

Infografía

En un cuadro estadístico entregado a Diario Libre se observa que en 2016 fueron admitidos 299 niños y niñas, número que subió a 394 al 2017, pero desde entonces ha venido en declive.  En 2018 los admitidos fueron 207, en 2019 bajó a 173, en 2020 a 54 y en 2021 a 32.

Por el contrario, los que están en espera de iniciar su plan terapéutico y los que están en proceso de evaluación van en aumento cada año.

Por ejemplo, de 1,019 niños y niñas en espera de iniciar terapia, 36 datan de 2016 y 103 de 2017. Otros 294 lo hacen desde 2019, un total de 208 de 2020 y 244 de 2021. 

El año pasado es también del que más expedientes en evaluación existen, con 571 de un total de 962 que hay en ese estatus en el periodo de seis años.

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Por entrar a terapia hay un total de 918 personas que no han logrado completar las pruebas requeridas para el ingreso, las que -Polanco admite- son “difíciles y costosas”.

Una de ellas es la cariotipo que cuesta varios miles de pesos, aún en centros públicos de salud. El hospital materno Nuestra Señora de la Altagracia la ofrece en su catálogo de servicios de laboratorio en 4,000 pesos, con tiempo de entrega de resultados de mes y medio.

El director nacional del CAID asegura que están retomando conversaciones y acuerdos en proceso, incluido uno interinstitucional con el Servicio Nacional de Salud (SNS), a fin de poder agilizar la red de referencia y que las familias puedan hacerse las analíticas al menor costo posible. También evalúan la posibilidad de que se pueda establecer a nivel público una clínica genética o que el Seguro Nacional de Salud (Senasa) ofrezca cobertura.

Cambio de modelo terapéutico

Con una entidad que trabaja al tope y con las largas filas de espera, Polanco manifiesta sus intenciones de cambiar el modelo de intervención actual, consistente en una terapia semanal por tiempo indefinido, hacia una más intensiva, con objetivos planteados y tiempo limitado y que integre a la familia para que pueda continuar las intervenciones en casa.

“El nuevo modelo lo que propone es que evaluemos al niño según su condición, si es grave, leve o moderada, evaluarlo de acuerdo a sus necesidades específicas… Trazarnos objetivos bien concretos en un tiempo determinado como cuatro meses, ocho meses e implementemos un diseño de intervenciones terapéuticas combinadas, multidisciplinarias de tal manera que pueda agregársele valor a ese niño, esa niña en su entorno familiar”. 

Indica que, una vez cumplido el objetivo, el caso se revisa y se procede al egreso, dando de esta forma una mayor rotación de familias.

La madre de un niño de siete años que recibe atención en el CAID, pero que prefiere no identificarse, siente que la sola terapia a la semana que recibe su hijo no es suficiente para lograr su desarrollo. La mujer, que estudió psicología, decidió pagar una terapia complementaria en un centro privado para ampliar la estimulación del infante.  

“Es que debería estar en otras terapias, pero es tan costoso”, lamenta.  “Sería bueno trabajar con más terapias para complementar, aunque el Gobierno deberá pensar más que en las terapias, en aulas educativas para la docencia, (que funcione como escuela)”, añade.

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