Todos los años, el 5 de mayo, se celebra en República Dominicana el Día del Árbol, una fecha que en estos tiempos en que el cambio climático se hace sentir de manera alarmante en todo el planeta, cobra cada vez más significación.
Es un día en que desde todos los ámbitos de la vida nacional debiera incentivarse la toma de conciencia sobre la importancia de los árboles en la preservación de la vida en todas sus formas, pero también sobre la degradación del medio ambiente que es consecuencia de la tala indiscriminada de bosques, un problema que no es solamente de nuestro país.
“Si supiera que el mundo se acabara mañana yo, hoy todavía, plantaría un árbol” escribió alguna vez el predicador Martin Luther King, una frase con la que demostraba su profunda preocupación por la humanidad.
Desde la prehistoria, cuando el hombre apenas se erguía sobre sus extremidades, los árboles fueron el principio del sustento cotidiano, con la madera aprendió a encender el fuego, a fabricar sus primeros medios de defensa, a atravesar ríos y arroyos y, después, a aventurarse en el mar.
Cada árbol es un ecosistema que distribuye oxígeno, pero también sirve como barrera contra los vientos, los bosques costeros contribuyen a evitar inundaciones, protegen a las aves y a ciertas especies de mamíferos, embellecen el paisaje, y estos son solo algunos de los beneficios que aportan a la existencia humana.
En estos tiempos de degradación del medio ambiente, cuando la actividad humana agrede a la naturaleza de todas las formas posibles, la preservación de los árboles tiene que ser un compromiso de todos, desde las escuelas y asociaciones barriales, iglesias y comunidades, clubes y entidades comunitarias.
La reforestación planificada, en un clima como el nuestro y con una tierra tan fértil para determinadas especies, serviría también para sentar las bases de una industria forestal y maderera, basada en la conservación y no en la depredación que solamente ataca y vacía nuestras zonas protegidas.
Sembrar árboles, cuidar los que existen y proteger a los que están en crecimiento, es una manera de apostar por la vida, por la belleza y ornato de nuestras ciudades y pueblos, pero es también una forma superior de compromiso con el futuro de la humanidad, con la misión de dejarles a nuestros descendientes un mundo más sano, un ambiente saludable y un testimonio perenne de que siempre estaremos luchando por un mejor porvenir.