Cáncer infantil: el apoyo psicológico marca la diferencia.

Enfrentar este mal es especialmente difícil para los niños y sus familias, pues ningún padre está preparado para escuchar que su hijo tiene cáncer

El cáncer en niños no es tan frecuente ni letal como en los adultos, pero puede que sí sea más difícil de asumir. Un diagnóstico de este tipo, por lo general, afecta más a la familia que al propio paciente, pues un padre nunca está preparado para escuchar que su hijo tiene cáncer, aun a sabiendas de que la tasa de supervivencia es bastante esperanzadora.

A diferencia de lo que sucede con los adultos, donde hay una causa y un efecto, la doctora Wendy Gómez, onco-hematóloga pediátrica del Instituto Nacional del Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavarez (Incart), explica que en los niños y adolescentes las causas de la aparición de la enfermedad siguen siendo una incógnita. “Se habla de antecedentes heredo-familiar, de amplitud genética, virus y de tantos factores que pueden producir que una célula se desvíe de su desarrollo normal, que no se tiene una razón”, asevera.

Enfrentar este mal es especialmente difícil para los niños y sus familias. El diagnóstico, según cita el artículo ‘Atención psicológica en el cáncer infantil’, trae consigo preocupación en los infantes, por el miedo a separarse de sus padres y entorno durante las hospitalizaciones. En el caso de los niños más grandes se manifiestan sentimientos de soledad, si la enfermedad les impide realizar sus actividades diarias, mientras que en los adolescentes domina el estrés debido a los cambios físicos y el miedo a morir.

Esa es la razón por la que la psicóloga Yenerva Pineda considera prioritario mantener al paciente en su ambiente habitual, pero sin dejar atrás los cuidados del protocolo de salud requerido. “A pesar de que el niño debe estar consciente de su estado de salud, no se le puede limitar a que no viva una vida de crecimiento normal junto a sus familiares y amigos”, cita, agregando que el cáncer debe ser asumido por los padres en dos vertientes: la propia y la del hijo.

La forma en que la noticia de la enfermedad sea abordada psicológicamente marca la diferencia incluso en la recuperación. “Se ha determinado que los niños se adaptan fácilmente al diagnóstico y asumen con mayor rapidez el tratamiento dependiendo del abordaje psicológico que reciban”, asegura.

Un infante que se cansa demasiado sin razón aparente, suda mucho sin haber realizado ninguna actividad física o haya calor, vomita en las mañanas o presenta estrabismo, es motivo de preocupación, de acuerdo con la onco-hematóloga. Asimismo, cita otras características que ayudan a detectar el cáncer, como dificultades para caminar o mantenerse de pie, dolores de cabeza frecuentes y protuberancias en partes del cuerpo.

La leucemia es el tipo de cáncer más común en la edad pediátrica. A ella se añaden otros tipos, como tumores cerebrales, linfoma y sarcoma del tejido blando. Lo que Gómez aconseja a modo de prevenir cualquiera de las variantes de la enfermedad es cumplir con las consultas médicas de rutina, aunque el niño no presente ningún signo de alarma o luzca saludable.

“Muchas veces los padres, cuando el hijo pasa la etapa de las vacunas, entiende que ya no hay que llevarlos al médico, y no es así”, indica, para luego agregar que hay que llevar a los niños a consulta al menos cada seis meses para verificar un correcto desarrollo y crecimiento.

Tanto ella como Pineda concuerdan en que las familias deben tener claro que el cáncer infantil no es sinónimo de muerte; de hecho, las cifras confirman que siete de cada 10 pacientes logra superarlo y tener una vida normal cuando es detectado a tiempo. Es importante mantenerse positivos, dice la psicóloga, pues eso ayudará sobremanera a salir airosos de la enfermedad.

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